📝HISTORIA EN BREVE
- Al igual que un automóvil no puede funcionar sin gasolina, su cuerpo no puede funcionar sin energía de las células. Sin embargo, los médicos a menudo tratan los síntomas sin detectar el problema real: una falta de energía a nivel celular
- Sus células tienen pequeñas centrales eléctricas llamadas mitocondrias, las cuales producen el 90 % de la energía del cuerpo a través de la fosforilación oxidativa; las mitocondrias también regulan los niveles de calcio, la muerte celular y los procesos metabólicos
- El trifosfato de adenosina (ATP) es la moneda de energía del cuerpo, y está compuesta de azúcar, nitrógeno y tres grupos fosfato. El cuerpo produce su peso en ATP todos los días para impulsar todo, desde los movimientos de los músculos hasta las señales cerebrales
- La disfunción mitocondrial y la falta de energía que se produce están relacionadas con numerosas enfermedades, incluyendo la diabetes, el cáncer, las enfermedades neurodegenerativas, los trastornos autoinmunes y las enfermedades cardiovasculares
- En lugar de solo tratar los síntomas, la medicina moderna debe centrarse en restaurar la producción de energía de las células. Esto revolucionará la forma en que manejamos las enfermedades, ya que se aprovechan las capacidades curativas y naturales del cuerpo
🩺Por el Dr. Mercola
Un cuerpo enfermo es como un carro que se quedó sin gasolina. El motor puede estar intacto, los neumáticos inflados a la perfección y la carrocería libre de abolladuras, pero el carro no puede moverse sin combustible. De igual manera, el cuerpo humano no puede funcionar sin energía.
Por desgracia, la medicina moderna, a menudo, se parece a un mecánico que solo repara los neumáticos pinchados o reemplaza las bujías de un coche que se quedó sin combustible. Ninguna cantidad de ajustes logrará que avance si no se aborda el problema real.
Esto es justo lo que sucede cuando se tratan los síntomas superficiales sin abordar el origen de las enfermedades: un gran déficit de energía a nivel celular. Cada proceso en el cuerpo depende de la energía de las células que producen las mitocondrias. El cuerpo puede repararse y regenerarse cuando tiene los niveles adecuados de energía, incluso si el daño es grave. Pero cuando la producción de energía falla, el cuerpo se estanca, se cura de forma más lenta y aparecen enfermedades crónicas.
El enfoque actual de la medicina no tiene en cuenta esta verdad fundamental. Ofrece soluciones temporales en lugar de soluciones duraderas, debido a que se centran en el control de los síntomas. La curación verdadera requiere enfocarse en restaurar la producción de energía de las células, que es la base misma de la salud. Sólo si se optimiza este sistema de energía podrá desbloquear la habilidad innata de su cuerpo para sanar y prosperar.
Las mitocondrias: la fuente de energía de las células
Dentro de casi todas las células del cuerpo hay estructuras que sustentan la vida tal como la conocemos. Estas estructuras son las mitocondrias, y por esta razón son conocidas como la “fuente de energía” de la célula. Son las responsables de convertir los alimentos que consumimos en una forma utilizable de energía que se almacena en moléculas llamadas trifosfato de adenosina (ATP).1
Las mitocondrias producen alrededor del 90 % de la energía que el cuerpo necesita para mantenerse vivo.2 Esta energía es necesaria para todas las funciones biológicas, desde pensar, respirar y moverse, hasta procesos invisibles como la defensa inmunológica y la reparación de las células.
Según la teoría endosimbiótica, hace más de mil millones de años, las mitocondrias eran bacterias de vida libre que formaban una relación de beneficio mutuo con células huésped más grandes. Las bacterias contribuían a la producción de energía mediante sus procesos metabólicos, mientras que las células huésped proporcionaban un entorno estable y acceso a los nutrientes. Con el tiempo, esta relación se volvió permanente y evolucionó hasta convertirse en las mitocondrias que tenemos en nuestras células.3,4
Todavía hay evidencia de este origen evolutivo: las mitocondrias conservan su propio ADN, que es distinto del ADN del núcleo de la célula, lo cual les permite replicarse de manera independiente. En términos de estructura, las mitocondrias también son complejas. Están rodeadas por una doble membrana: la externa actúa como barrera protectora, mientras que la interna se pliega y forma estructuras intrincadas llamadas crestas.5
Estos pliegues aumentan de manera drástica la superficie disponible para la producción de energía. Dentro de la membrana interna se encuentra la matriz mitocondrial, que contiene enzimas, ADN mitocondrial y ribosomas, las cuales son esenciales para mantener los procesos de las células.6
Las mitocondrias también son muy adaptables. Su forma, número y ubicación dentro de las células se adaptan según las demandas de energía. Las células que requieren más energía tienen concentraciones más altas de mitocondrias.7 Por ejemplo, el cerebro solo representa el 2 % de su peso corporal, pero consume cerca del 20 % de su energía.8 De manera similar, su corazón, que late más de 100 000 veces al día, depende en gran medida de la actividad de las mitocondrias para mantener sus contracciones constantes.9
Cómo las mitocondrias generan energía
Las mitocondrias producen energía a través de un proceso conocido como fosforilación oxidativa. Esto comienza con la glucólisis, la cual ocurre en el citoplasma, que es la sustancia gelatinosa que rodea el núcleo de la célula. Durante esta etapa, la glucosa se descompone en una molécula más simple llamada piruvato, lo que genera una pequeña cantidad de ATP y NADH (nicotinamida adenina dinucleótido), que transporta energía.
Luego, el piruvato se transporta a la matriz de la mitocondria, donde sufre una oxidación del piruvato y forma acetil-CoA. Este proceso también genera más NADH y libera dióxido de carbono. El acetil-CoA ingresa al ciclo de Krebs (también conocido como ciclo del ácido cítrico), que es una serie de reacciones químicas que extraen electrones de alta energía de los nutrientes.
Estos electrones de alta energía son transportados por el NADH y otra molécula, el FADH2, a la cadena de transporte de electrones, que es una serie de proteínas ubicadas en la membrana interna de las mitocondrias. A medida que los electrones pasan a través de la cadena, se acumulan los protones.
Los protones fluyen de regreso dentro de la membrana a través de una enzima llamada ATP sintasa, que utiliza su movimiento para unir un grupo fosfato al ADP (difosfato de adenosina) y lo convierte en ATP. Por último, el oxígeno actúa como la última parada para los electrones en la cadena. Se combina con los electrones y protones para formar agua, que es un subproducto necesario para que el proceso funcione sin problemas.10,11
¿Qué provoca los contratiempos en la producción de energía?
Aunque la fosforilación oxidativa es muy efectiva, no está exenta de tener defectos. Un desequilibrio en el sistema conduce al estrés reductivo, que es una condición en la que se acumulan demasiados electrones en la cadena de transporte de electrones. Esto suele ocurrir cuando la cadena se ralentiza o cuando se produce un exceso de NADH y FADH2, lo que crea un atasco de tráfico de las células.
Un factor que contribuye a este desequilibrio es el consumo inadecuado de carbohidratos. Su cuerpo necesita alrededor de 250 gramos de carbohidratos todos los días para mantener un proceso de producción de energía equilibrado. Sin los suficientes carbohidratos, el cuerpo depende en mayor medida del metabolismo de las grasas, lo que genera niveles más elevados de FADH2.
Esto sobrecarga la cadena de transporte de electrones, lo que interrumpe el flujo de electrones y reduce la producción de ATP. Cuando los electrones quedan atascados, interactúan con el oxígeno y forman especies reactivas de oxígeno (ROS, por sus siglas en inglés), que son moléculas inestables que dañan las membranas mitocondriales, el ADN y las proteínas.12
Aunque las cantidades pequeñas de ROS son esenciales para la comunicación y defensa de las células, el exceso de ROS conduce al estrés oxidativo, que es una condición que compromete la función de las mitocondrias y la producción de energía. Este efecto cascada causa inflamación, menores niveles de energía y una serie de problemas de salud crónicos.
Más allá de la energía: el impacto multifacético de las mitocondrias
Aunque la producción de ATP es la función más conocida de las mitocondrias, estos orgánulos desempeñan una variedad de funciones esenciales que mantienen la salud de las células y garantizan un buen equilibrio fisiológico, tales como las siguientes:
• Homeostasis del calcio: ya que actúan como reservorios de calcio, las mitocondrias absorben y liberan calcio según se necesita, lo que garantiza que los niveles de calcio intracelular permanezcan dentro de rangos óptimos. Esta regulación es esencial para procesos como la contracción muscular, en el cual las señales de calcio permiten el control preciso de las fibras musculares.
En el sistema nervioso, las fluctuaciones de calcio que las mitocondrias facilitan son cruciales para liberar neurotransmisores, los cuales permiten la comunicación entre neuronas. Además, la regulación del calcio por parte de las mitocondrias favorece la apoptosis, lo que garantiza que las células dañadas o disfuncionales se eliminen de forma segura sin alterar el tejido circundante.13
• Apoptosis (muerte celular programada): en respuesta al daño celular, estrés o infección, las mitocondrias liberan proteínas específicas, como el citocromo c, las cuales activan numerosos eventos moleculares que causan la muerte de las células.14
Este mecanismo tan regulado evita que las células dañadas proliferen, lo cual es esencial para prevenir la inflamación crónica o el cáncer. La apoptosis también influye en gran medida en el desarrollo, como a la hora de formar órganos durante la embriogénesis y al eliminar células que ya no son necesarias, lo que asegura la homeostasis tisular.15
• Señalización ROS: las mitocondrias producen especies reactivas de oxígeno como subproductos naturales de la respiración de las células. Aunque el exceso de ROS produce estrés oxidativo y daña los componentes celulares, las cantidades controladas de ROS son esenciales para la señalización y el mantenimiento de la salud de las células.
Estas moléculas actúan como mensajeros, ya que influyen en las vías que regulan la expresión genética, las respuestas inmunes y la adaptación de las células al estrés. Por ejemplo, la señalización ROS ayuda a activar las defensas del cuerpo contra las infecciones y facilita la reparación de tejidos después de una lesión. 16
• Síntesis de intermediarios metabólicos: las mitocondrias también son centros que sintetizan intermediarios metabólicos necesarios para diversos procesos de las células. Contribuyen a la producción de aminoácidos, que son los componentes básicos de las proteínas, los cuales son esenciales para el crecimiento, la reparación y el funcionamiento de las células.17
Las mitocondrias también participan en el metabolismo de los lípidos, incluyendo la síntesis de fosfolípidos como la cardiolipina, que es crucial para mantener la integridad y la funcionalidad de la membrana mitocondrial.18
Además, contribuyen a la producción de hemo, que es un componente clave de la hemoglobina, el cual permite que los glóbulos rojos transporten oxígeno por todo el cuerpo.19 Estos intermediarios metabólicos son indispensables para mantener la salud de las células y del sistema general.
• Adaptabilidad y monitoreo de la salud de las células: las mitocondrias son orgánulos dinámicos que se adaptan de manera continua a las necesidades energéticas y ambientales de las células.20 Por ejemplo, durante períodos de gran demanda energética, como la actividad física intensa o la recuperación de una lesión, las mitocondrias aumentan con rapidez la producción de ATP para satisfacer las necesidades de las células.
Por el contrario, en momentos de estrés o falta de nutrientes, cambian su enfoque metabólico para priorizar los procesos de supervivencia y reparación. Las mitocondrias también sirven como sensores de la salud de las células,21 ya que detectan alteraciones como la exposición a toxinas, daño oxidativo o desequilibrios de nutrientes. En respuesta, inician medidas de protección, activan mecanismos de reparación o, en casos extremos, producen la apoptosis para evitar daños mayores.
El impacto fundamental del ATP como moneda de energía
Al igual que un carro necesita gasolina para funcionar, las células necesitan ATP para alimentar sus procesos. Sin ATP, sus células dejarán de funcionar y usted también, así de importante es. El ATP a menudo se conoce como la “moneda de energía” de las células. Sin embargo, aunque esta descripción refleja su influencia para abastecer los procesos biológicos, es solo una pequeña parte de la importancia del ATP.
En términos estructurales, el ATP consta de una molécula de azúcar (ribosa), una base nitrogenada (adenina) y tres grupos fosfato. Estos grupos fosfato son la clave de la capacidad que tiene el ATP de almacenar energía. Los enlaces que los unen están llenos de energía potencial, parecido a un resorte en espiral. Cuando el cuerpo necesita energía, rompe uno de estos enlaces, convierte el ATP en ADP y libera una explosión de energía que impulsa los procesos celulares.22
Este proceso es similar a romper un resorte, ya que se libera de manera instantánea su energía almacenada. Su cuerpo está en un ciclo constante de producir y usar el ATP. Cada célula recicla su suministro de ATP cada minuto, lo que genera una cantidad igual a su peso corporal al día.23
La mayor parte de la producción de ATP ocurre a través de la respiración aeróbica en las mitocondrias, que utilizan oxígeno para generar energía de manera efectiva. Sin embargo, cuando el oxígeno es escaso, como durante el ejercicio intenso, el ATP se produce de forma anaeróbica.24 Este proceso menos efectivo genera ácido láctico como subproducto, lo que causa una sensación de ardor en los músculos.
El ATP tiene otras funciones esenciales en su cuerpo
Aunque la función principal del ATP es suministrar energía, su influencia va más allá de alimentar los procesos de las células. El ATP también actúa como una molécula de señalización, lo que regula numerosas vías para mantener el equilibrio celular y sistémico.
Por ejemplo, el ATP extracelular se une a los receptores purinérgicos en las superficies celulares, lo cual genera procesos intracelulares que influyen en el crecimiento de las células, la diferenciación, las respuestas inmunes y la reparación de tejidos.25 Esta señalización ayuda al cuerpo a adaptarse a los cambios, responde al daño y mantiene la homeostasis general.
El ATP también influye en el movimiento de iones como sodio, potasio y calcio dentro y fuera de las células.26 Esto mantiene el equilibrio adecuado de estos iones mediante las membranas celulares, lo cual es esencial para las señales nerviosas, los movimientos de los músculos y la comunicación entre células.
La adaptación y la supervivencia bajo el estrés también dependen en gran medida del ATP. Cuando las células enfrentan desafíos del ambiente o alteraciones metabólicas, el ATP respalda mecanismos de protección como la síntesis de proteínas de choque térmico,27 antioxidantes28 y enzimas reparadoras del ADN.29 Estas respuestas disminuyen el daño y restablecen el equilibrio, sobre todo en condiciones como el estrés oxidativo o reductivo.
En el cerebro, el ATP influye en el mantenimiento de la transmisión sináptica y la señalización neuronal efectiva. La producción continua de ATP es esencial para satisfacer las demandas de energía del cuerpo. Cuando la función de las mitocondrias disminuye, la producción de ATP falla, lo que lleva a déficits de energía generalizados.
La relación entre la energía de las células y las enfermedades
La producción baja de energía de las mitocondrias es la causa oculta que subyace la mayoría de las enfermedades crónicas, lo cual afecta la función celular de maneras que se expanden por todo el cuerpo. Esta cascada de disfunciones es similar a un carro que funciona con poco combustible: puede funcionar con lentitud durante un tiempo, pero llegará el momento en el que deje de funcionar.
La relación entre la disfunción mitocondrial y las enfermedades se hace evidente cuando se examinan condiciones específicas. En la diabetes, una mala función de las mitocondrias altera el metabolismo de la glucosa, lo que provoca que las células se vuelvan cada vez más resistentes a la insulina.30
Las células beta pancreáticas, que tienen demandas de energía muy elevadas para producir y secretar insulina, se sobrecargan y pierden funcionalidad.31 Esto crea un círculo vicioso en el que los déficits de energía agravan la disfunción metabólica, lo que hace que la diabetes sea cada vez más difícil de revertir.
El cáncer representa otra gran manifestación de energía alterada de las células. Las células cancerosas experimentan una transformación metabólica notable que se conoce como efecto Warburg, en la cual pasan de una respiración efectiva de las mitocondrias a una mayor glucólisis, incluso en presencia de oxígeno.32
Este cambio, que parece ser contraintuitivo, en realidad les da a las células cancerosas los componentes básicos para crecer con rapidez y, al mismo tiempo, las ayuda a evadir los procesos normales de muerte celular.33 Las anomalías estructurales y funcionales en las mitocondrias de las células cancerosas contribuyen a su comportamiento agresivo y a su resistencia al tratamiento.
Las enfermedades neurodegenerativas también demuestran los efectos del déficit de energía. Las neuronas del cerebro, que requieren cantidades extraordinarias de ATP para mantener sus redes complejas y señalización eléctrica, dejan de funcionar de manera adecuada a medida que disminuye la producción de energía de las mitocondrias.
Esto provoca la acumulación de proteínas tóxicas, pérdida del equilibrio del calcio y, por último, la muerte neuronal. Este proceso se manifiesta de forma diferente en diversas afecciones, como la pérdida de memoria y el deterioro cognitivo en la enfermedad de Alzheimer, la disfunción motora en la enfermedad de Parkinson y la debilidad de los músculos en la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).34
Más sobre el impacto del déficit de energía en las enfermedades y el envejecimiento
La disfunción mitocondrial también causa enfermedades autoinmunes. Las células inmunitarias requieren mucha energía para activarse y proliferar, y la disfunción mitocondrial compromete su habilidad para funcionar con efectividad. Esto conduce a una respuesta inmunitaria hiperactiva, en la que las células inmunitarias atacan los tejidos propios del cuerpo, o a respuestas insuficientes que no logran eliminar patógenos o desechos.35,36
La enfermedad cardiovascular, que suele verse desde el punto de vista del colesterol y la inflamación, también tiene vínculos fuertes con la disfunción mitocondrial. Las células del músculo cardíaco albergan una mayor densidad de mitocondrias que cualquier tejido, lo que refleja sus constantes demandas de energía. Cuando la función de las mitocondrias disminuye, el corazón pierde su habilidad de bombear de manera efectiva. Este déficit de energía se manifiesta como insuficiencia cardíaca, arritmias o mayor susceptibilidad al daño isquémico.37
El envejecimiento en sí está relacionado en gran medida con el deterioro de la función de las mitocondrias. A medida que las personas envejecen, las mitocondrias acumulan daños en su ADN, membranas y proteínas. Este deterioro crea una espiral descendente en el cual las mitocondrias dañadas producen más radicales libres nocivos, lo que conduce a más daños.38
Una menor producción de energía de las células afecta todos los aspectos del envejecimiento, desde una menor fuerza muscular y densidad ósea hasta una menor función cognitiva y respuesta inmunitaria. Este proceso acelera el desarrollo de enfermedades relacionadas con la edad y compromete la habilidad del cuerpo para mantener la homeostasis.39
El síndrome de fatiga crónica, que antes era considerado como algo psicológico, también surgió como una manifestación de disfunción mitocondrial. Los pacientes con esta afección presentan anomalías en el metabolismo energético, y sus células tienen dificultades para producir el ATP adecuado incluso durante el reposo.40
Esta falta de energía explica la fatiga extrema, el empeoramiento de los síntomas después de hacer actividades y los problemas generalizados que se observan en la enfermedad. Sin suficiente energía de las células, todo se ve afectado, desde la fuerza de los músculos hasta la función cerebral, lo que provoca síntomas que los tratamientos estándar no suelen poder solucionar.
Los trastornos de salud mental, como la depresión, la ansiedad y los trastornos del estado de ánimo, también están muy relacionados con los déficits de energía.41 Esto tiene sentido cuando piensa en cuánta energía necesita su cerebro para producir neurotransmisores, mantener las células cerebrales conectadas y manejar las redes de señalización que controlan el estado de ánimo y el comportamiento.
Las carencias de los diagnósticos
Los enfoques médicos actuales siguen sin abordar la influencia de la producción de energía de las células en la salud. En cambio, se centran en tratar los síntomas, que es muy similar a intentar reparar el rendimiento de un carro sin revisar si el tanque de gasolina está vacío. Este descuido produce resultados temporales que no resuelven el problema subyacente, lo que deja a los pacientes estancados en un ciclo de manejo de los síntomas en lugar de una recuperación verdadera.
Por ejemplo, en la diabetes, los tratamientos por lo general apuntan a reducir los niveles de azúcar en la sangre sin abordar la mala función de las mitocondrias que promueve la resistencia a la insulina. Aunque estas intervenciones ayudan a controlar los niveles de glucosa, no abordan los déficits de energía que son fundamentales para la enfermedad. De manera similar, en las enfermedades neurodegenerativas, las terapias se enfocan en los desequilibrios de los neurotransmisores, pero ignoran la disfunción mitocondrial detrás del deterioro cognitivo.
Los tratamientos que manejan el dolor también tienen carencias. Las enfermedades crónicas como la fibromialgia suelen tratarse con medicamentos que atenúan los síntomas pero no restauran los sistemas de energía de las células necesarios para la curación a largo plazo. Esta dependencia de la supresión de los síntomas perpetúa la necesidad de productos farmacéuticos y deja de lado la oportunidad de una curación verdadera.
La medicina convencional clasifica al cuerpo en sistemas aislados y trata cada órgano o función por separado, lo cual es una tarea inútil. Esta visión fragmentada de la salud refleja un problema más amplio: la falta de reconocimiento de la interconexión de los sistemas del cuerpo y el impacto fundamental de la producción de energía de las células.
Ahora que entiende el problema ¿qué puede hacer?
La energía de las células es un vínculo esencial que la medicina moderna ignoró por demasiado tiempo. Abordarla no es solo un enfoque nuevo: es el único que ofrece resultados reales y duraderos. Colocar la energía de las células en el centro de cada diagnóstico y plan de tratamiento redefine el paradigma médico, al igual que transforma de manera significativa la forma en que prevenimos y tratamos las enfermedades.
Este cambio va más allá de solo controlar los síntomas o buscar un alivio a corto plazo. Se centra en abordar el origen, en otras palabras, restaurar la habilidad innata del cuerpo para curarse a sí mismo. Cada célula de su cuerpo tiene una capacidad increíble para repararse, regenerarse y prosperar, pero depende de una cosa para funcionar bien: la energía óptima. Sin ella, la salud se deteriora y surgen las enfermedades.
Si prioriza la energía de las células, desbloquea esta gran habilidad de curarse de cualquier enfermedad. Ya no es necesario depender de soluciones temporales de la medicina moderna que solo disimulan el problema subyacente. En lugar de ello, construye las bases para una salud resiliente, duradera y con base en el diseño natural de su cuerpo.
Esta es una revolución en la salud y un regreso a lo que la medicina siempre debió ser: un sistema que favorece la habilidad del cuerpo de restaurarse a sí mismo, sin suprimirla. El camino a seguir es claro: comience con la energía de las células, que es la base real de un bienestar duradero.
🔍Fuentes y Referencias
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