📝HISTORIA EN BREVE
- Las soluciones químicas cobran protagonismo: las grandes empresas agrícolas impulsan un nuevo aditivo sintético, Bovaer, para “solucionar” las emisiones de metano procedentes de los eructos de las vacas, mientras dejan de lado las soluciones agrícolas sostenibles
- Con Bovaer, las vacas consumen todos los días una dosis de dióxido de silicio, propilenglicol derivado del petróleo y compuestos sintéticos, pero ¿a qué costo?
- La investigación controlada por las corporaciones genera señales de alerta, con hallazgos preocupantes para la salud de las vacas y los posibles impactos en los humanos a largo plazo
- Manipular la digestión de las vacas altera un ciclo antiguo y equilibrado del carbono, e introduce riesgos que no comprendemos del todo
- Las emisiones de metano derivadas de la producción de nitrógeno sintético se subestiman en gran medida, pero las grandes empresas de agricultura permanecen calladas
🩺Por Ashley Armstrong, autora invitada
DSM-Firmenich, que es una gran empresa de Holanda, desarrolló un producto llamado Bovaer, una respuesta a las emisiones de metano del ganado.1 La empresa afirmó que solo un cuarto de cucharadita de este suplemento alimenticio por vaca, todos los días, reduce en un 30 % el metano en el ganado lechero y en un 45 % en el ganado de carne. No obstante, en este artículo analizaremos más a fondo qué es lo que en realidad impulsa esta "innovación".
El impulso corporativo
Se estima que DSM-Firmenich recaudará 13.86 mil millones de dólares en 2024. El Bovaer costaría alrededor de 0.30 dólares por vaca al día (más los costos de mano de obra para mezclar el alimento). Apuntar a solo el 10 % de la población mundial de vacas lecheras generaría 2.85 mil millones de dólares en ingresos.
A pesar de toda la publicidad, en la actualidad solo alrededor de 100 000 cabezas de ganado en todo el mundo reciben Bovaer, mientras que un producto similar, Agolin, se utiliza en 150 000 cabezas de ganado en Estados Unidos, que es una fracción de los 260 millones de vacas lecheras del mundo. Sin embargo, Bovaer se aprobó en la UE, Australia, Brasil y Nueva Zelanda.
Una aprobación reciente de la FDA para el ganado lechero de Estados Unidos en mayo de 2024 revela la expansión de la agenda corporativa. La empresa Elanco Animal Health se asoció con DSM-Firmenich para distribuir el aditivo, con planes de extenderlo al mercado de carne de vacuno después de su adopción generalizada en las vacas lecheras.
En lugar de trabajar con soluciones naturales, este enfoque intenta alterar de forma artificial la digestión de las vacas mediante la intervención química. Cada vaca debe consumir entre 10 y 22 gramos de este compuesto sintético todos los días, lo cual añade otro producto industrial a nuestro sistema alimentario.
Como veremos a continuación, las consecuencias a largo plazo de manipular los procesos digestivos naturales aún están por verse. Estas son preguntas que valen la pena:
- ¿Por qué buscamos soluciones tecnológicas costosas en lugar de apoyar métodos agrícolas sostenibles y naturales, como la agricultura regenerativa?
- ¿Cuáles son los efectos desconocidos a largo plazo de alterar con químicos la digestión del ganado?
- ¿Quién se beneficia en realidad de esta “solución”? ¿El medio ambiente o los accionistas corporativos?
No se trata de resolver el cambio climático: se trata de crear nuevas fuentes de ganancias si convencen a los agricultores de que necesitan otro insumo costoso. El pasado nos muestra una y otra vez que intentar engañar a la naturaleza mediante intervenciones químicas suele traer consecuencias imprevistas que sólo descubriremos años después.
¿Cómo funciona?
Si dejamos de lado las estrategias comerciales engañosas, esto es lo que en realidad le alimentamos a nuestras vacas: un cóctel químico y sintético que consiste en un 60 % de dióxido de silicio, un 30 % de propilenglicol (que es un derivado del petróleo) y un 10 % del compuesto activo 3-nitrooxipropanol (3-NOP). Para una vaca que recibe una dosis diaria de 20 gramos, eso significa consumir 12 gramos de dióxido de silicio, 6 gramos de propilenglicol y 2 gramos de 3-NOP, todos los días.
El 3-NOP modifica un proceso digestivo fundamental en los animales rumiantes, el cual se desarrolló durante un periodo muy largo de tiempo para sustentar su biología única.
Bloquea una enzima llamada metil-coenzima M reductasa (MCR) que las bacterias que producen metano en el intestino de la vaca necesitan para funcionar. La empresa afirma que este proceso es inofensivo y que los compuestos se "descomponen de manera segura" en el rumen. Sin embargo, sigamos el rastro químico.
El 3-NOP produce nitritos y ácido propiónico cuando se descompone. La empresa presenta esto como un beneficio, pero esto es lo que no menciona: se altera de manera fundamental el modo en que las vacas procesan los subproductos del hidrógeno. En lugar de la vía natural del metano, se obliga a sus sistemas digestivos a encontrar rutas alternativas, las cuales la naturaleza no pretendía utilizar. Existen preguntas sin respuesta:
- ¿Qué sucede con el hidrógeno acumulado cuando su vía natural se bloquea?
- ¿Cómo afectan la salud a largo plazo estas dosis al día de dióxido de silicio y propilenglicol derivado del petróleo?
- ¿Cuáles son las consecuencias a largo plazo de obligar a las comunidades de bacterias a adaptarse a nuevas vías metabólicas?
Incluso los investigadores que estudian la inhibición del metano admiten que hay "lagunas sustanciales" en la comprensión de "las complejidades del flujo de hidrógeno dentro del ecosistema ruminal".2 Sin embargo, ¿se supone que debemos confiar en que alterar este complejo sistema todos los días no tendrá consecuencias?
La síntesis de 3-NOP no es un proceso natural, es química industrial en esencia. El compuesto se crea con productos químicos industriales como nitrato de plata y acetonitrilo, con 3-bromo-1-propanol como material de partida. Después, esta molécula sintética se mezcla con dióxido de silicio y propilenglicol derivado del petróleo para crear el producto final.
Aunque los estudios a corto plazo sugieren que es seguro, no pueden tener en cuenta la posible acumulación a largo plazo de estos compuestos ni la adaptación gradual de las bacterias intestinales que podría tener consecuencias no deseadas. La historia nos enseñó en varias ocasiones que intervenir en sistemas biológicos complejos suele revelar sus verdaderos impactos años o generaciones después de su uso.
Los "estudios de seguridad": más allá de la máscara
Cuando se les pregunta por cuestiones de seguridad, DSM-Firmenich y sus socios, como la empresa Arla, señalan "15 años de ensayos" y "extensas pruebas". No obstante, si se analiza la investigación real, surge un panorama diferente: estudios limitados, hallazgos preocupantes y datos controlados por las corporaciones.
Los estudios de seguridad se rigen por el Reglamento (CE) nº 1831/2003 de la Unión Europea, que es un marco con un gran defecto: el fabricante proporciona sus propios datos de seguridad. Aunque la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) revisa estos datos, depende en gran medida de los resúmenes proporcionados por las empresas y tiene un acceso limitado a los datos sin procesar. ¿Y la verificación independiente? Es casi imposible debido a los costos prohibitivos del estudio. Esto crea un conflicto de intereses evidente, ya que el ladrón vigila el tesoro.
El análisis de los estudios reales revela limitaciones alarmantes:
- Se realizaron muchas pruebas in vitro (placas de laboratorio) o en ratas
- Los estudios en vacas fueron a corto plazo y usaron tamaños de muestra pequeños
- Los investigadores ni siquiera pudieron evaluar de forma adecuada la exposición de los consumidores al NOPA (que es un producto de degradación) debido a "diferencias altas no previstas" en las concentraciones
- "No se puede descartar" un posible daño al ADN (genotoxicidad)
- Un estudio de dos años en ratas descubrió un aumento de tumores intestinales raros, los cuales los investigadores admitieron que "no pueden considerarse un hallazgo casual"
Dos estudios que analizaron la "tolerancia" de las vacas lecheras arrojan los siguientes datos:
- En un estudio con 16 vacas, el consumo de alimento disminuyó en gran medida. ¿Y lo que es más alarmante? "Dos vacas tuvieron que ser sacrificadas de forma prematura debido a un menor consumo de alimento y al letargo"
- Un estudio de 80 vacas encontró cambios en los análisis de sangre y, sobre todo, ovarios más pequeños en las vacas tratadas (de nuevo ¿cuáles son las implicaciones a largo plazo de esto?)
¿Cuál fue la conclusión propia de los investigadores? "Aún hay cierta incertidumbre sobre la tolerancia del 3-NOP por parte de las vacas lecheras". No lograron establecer un margen de seguridad ni extrapolar la seguridad a otros animales. Pero de alguna manera esto resultó en una adopción generalizada.
Quizá lo más alarmante es cómo establecieron niveles de consumo “seguros” para los humanos que comen productos de animales tratados. Tomaron estudios de laboratorio a corto plazo con animales, encontraron un nivel sin efectos adversos observables (NOAEL, por sus siglas en inglés) y lo dividieron por 100 como "factor de seguridad".
Esto ignora la posible acumulación a largo plazo, las interacciones o los efectos sutiles que podrían aparecer después de años de consumo.
Además, los trabajadores agrícolas deben manipular este producto químico todos los días (lo añaden al pienso de los animales rumiantes), y los estudios demostraron que es un irritante para la piel y los ojos que "puede resultar nocivo si se inhala". El informe también mencionó que el producto genera una gran cantidad de polvo, lo que hace probable la exposición e inhalación durante las operaciones de alimentación.
Cuando una empresa afirma que algo fue “probado en gran medida” y “demostrado ser seguro”, debemos preguntarnos: ¿Probado por quién? ¿Según qué estándar se demostró que es seguro? En este caso, los estudios de seguridad revelaron un proceso de aprobación apresurado que se basó en datos limitados y de corto plazo, sobre hallazgos que justifican más investigación y estudios diseñados y proporcionados por la misma empresa que se beneficia de la venta del producto.
El diseño perfecto de la naturaleza: la digestión de las vacas
Antes de apresurarnos a “solucionar” las emisiones de metano de las vacas con productos químicos sintéticos, tomémonos un momento para reflexionar qué estamos manipulando: un sistema digestivo diseñado con mucho cuidado y perfeccionado con el tiempo.
Las vacas son animales rumiantes que están equipados con un estómago de cuatro cámaras que realiza una función ecológica esencial: convierte la fibra vegetal no comestible en alimentos ricos en nutrientes para los humanos. Cuando las vacas digieren estos materiales vegetales duros, sus microbios intestinales (en específico los metanógenos) producen metano como subproducto natural, el cual liberan al eructar.
El punto crucial que los vendedores de Bovaer no quieren que entienda es que este metano es parte de un ciclo natural del carbono:
- Las plantas absorben CO2 del aire a través de la fotosíntesis
- Las vacas comen estas plantas
- Las vacas las digieren y liberan metano
- En un plazo de entre 10 y 12 años, este metano se descompone de forma natural en CO2
- Las plantas reabsorben este CO2, lo cual inicia el ciclo otra vez
No se genera carbono nuevo.
Los eructos de las vacas no añaden carbono nuevo a la atmósfera. Solo son parte de un ciclo continuo y natural que ya ocurrió durante mucho, mucho tiempo.
De hecho, hoy en día hay menos animales rumiantes que expulsan metano en América del Norte que en el siglo XVII, cuando 60 millones de bisontes deambulaban de manera libre junto a millones de ciervos, antílopes y alces. Veamos las “emisiones” del ganado desde otro punto de vista:
- El ganado de Estados Unidos representa solo el 4.2 % de las emisiones de gases de efecto invernadero (muy por debajo del rango del 18 % al 51 % que los defensores de esta práctica suelen citar)
- El sector de transporte: 27 %
- El sector energético: 31 %
En lugar de intentar “solucionar” un proceso natural con productos químicos sintéticos, deberíamos centrarnos en prácticas de agricultura regenerativa que colaboren con los ciclos de la naturaleza, en lugar de ir contra ellos. Sin embargo, este enfoque tiene un problema: las grandes empresas agrícolas no pueden patentarlo y generar ganancias.
Las grandes empresas de agricultura pueden beneficiarse de las "soluciones químicas para el cambio climático". No obstante, es importante señalar que el dióxido de carbono (CO2) suele presentarse como un contaminante dañino, y sin embargo es un componente esencial de la vida en la Tierra. Aunque el dióxido de carbono tiene un impacto en la regulación del clima del planeta, su influencia sobre la temperatura a menudo se exagera.3
Por ejemplo, duplicar el CO2 atmosférico de 400 ppm a 800 ppm reduciría solo en un 1.1 % la radiación al espacio, lo que provocaría un modesto aumento de 0.7 grados Celsius en la temperatura global. El problema verdadero no radica en el CO2 en sí, sino en la alteración de los ciclos naturales, como el del carbono y el agua, que se impulsa en gran medida por prácticas industriales que priorizan las ganancias en vez de la sostenibilidad.
¿Por qué nos apresuramos a alterar con químicos un proceso digestivo natural que nos funcionó bien durante millones de años? La respuesta no está en los aditivos alimentarios sintéticos, sino en volver a las prácticas agrícolas que colaboren en armonía con los ciclos de la naturaleza, no en contra de ellos. La Madre Naturaleza ya lo resolvió. Tal vez en lugar de intentar ser más listos que ella, deberíamos escucharla.
El secreto sucio de la agricultura convencional
Mientras las grandes empresas agrícolas promueven aditivos alimentarios costosos para "solucionar" los eructos naturales de las vacas, ignoran por conveniencia un problema que resulta hipócrita respecto a su postura sobre el cambio climático: los fertilizantes nitrogenados sintéticos. Comparemos las dos fuentes de metano siguientes:
La digestión natural de las
vacas |
La producción de nitrógeno
sintético |
Es
parte de un ciclo cerrado del carbono |
Depende
de combustibles fósiles mediante el proceso Haber-Bosch |
El
metano se descompone en 10 a 12 años |
Crea
nuevo metano que no existía en el ciclo natural |
No
se añade carbono nuevo al ambiente |
Las
emisiones están muy subestimadas (en un factor de 100, según la Universidad
de Cornell) |
Ocurrió
de forma natural durante siglos |
Añade
metano nuevo a la atmósfera de forma indefinida |
Produce
óxido nitroso después de su aplicación, que es un gas de efecto invernadero
265 veces más potente que el CO2 |
¿No es interesante que la misma industria agrícola, que promueve el Bovaer para que "solucione" los eructos de las vacas, guarde silencio respecto a sus emisiones de fertilizantes? Según un estudio de la Universidad de Cornell, las emisiones de metano informadas por la industria, provenientes de la producción de nitrógeno sintético, están subestimadas por un factor de 100.4
Sin embargo, en lugar de abordar este problema químico tóxico, tratan de alterar con químicos un proceso biológico natural. La cuestión implica más que las emisiones. La dependencia de la agricultura convencional a los insumos sintéticos crea un círculo vicioso:
- Los fertilizantes químicos y pesticidas perjudican la salud del suelo
- El glifosato afecta las redes fúngicas beneficiosas en el suelo
- Los suelos débiles se vuelven dependientes de mayores insumos químicos
- Cada "solución" presenta nuevos problemas que requieren más productos químicos
¿Por qué centrarse en los eructos de las vacas y no en las emisiones de fertilizantes? Fácil: admitir que los fertilizantes sintéticos son el problema no genera ganancias.
Las grandes empresas de agricultura no pueden patentar procesos naturales del suelo ni venderle un producto para solucionar las emisiones de fertilizantes. Sin embargo, pueden venderle Bovaer, que es una nueva "solución" química a un proceso natural que nunca fue defectuoso.
En lugar de agregar más productos químicos para “solucionar” los procesos naturales, deberíamos abordar el problema real: el colapso de los ciclos naturales de nutrientes a través de la agricultura industrial. Pero eso requeriría admitir que el modelo agrícola convencional en sí es el problema, algo que las grandes empresas de agricultura no quieren hacer.
Mientras presionan a los agricultores para que alimenten a sus vacas con productos químicos sintéticos para reducir el metano, quizás deberíamos preguntarnos: ¿quién va a arreglar el metano generado por la producción de todos esos fertilizantes sintéticos?
Conclusión
El esfuerzo por “solucionar” el metano de las vacas con aditivos sintéticos para alimentos ejemplifica la mentalidad corrupta de la agricultura moderna: en lugar de trabajar con procesos naturales, la industria crea “soluciones” químicas a problemas que no existen, mientras que ignora el daño ambiental real de las prácticas agrícolas convencionales.
Con el paso del tiempo, a menudo aprendemos que estas "soluciones químicas" causan más problemas de los que resolvieron en un inicio.
No se trata del cambio climático, se trata de generar ganancias. Las grandes empresas de agricultura no pueden monetizar los procesos naturales, pero pueden vender productos químicos que los alteren. Usted tiene esta elección: apoyar un sistema que ve a la naturaleza como algo que debe conquistarse con productos químicos, o apoyar a los agricultores que trabajan en armonía con los ciclos naturales.
Si le preocupa la salud humana y la del medio ambiente, la respuesta es clara: no compre carne y productos lácteos producidos de forma industrial en los supermercados. En cambio, contacte a agricultores y cooperativas que respeten los procesos naturales mediante el uso de prácticas de agricultura regenerativa.
La Madre Naturaleza ya lo resolvió, y quizá sea hora de que empecemos a escucharla en lugar de luchar contra ella.
Sobre la autora
A Ashley Armstrong le apasiona ayudar a educar e inspirar a otros para mejorar su salud metabólica. Ella y su hermana administran una cuenta de redes sociales llamada "Strong Sistas" y tienen información y cursos gratuitos en su sitio web centrados en mejorar el metabolismo.
A Ashley también le apasiona mejorar el sistema alimentario y ofrecer productos de alta calidad que refuercen la salud tiroidea y metabólica. Ashley es una agricultora regenerativa y cofundadora de Angel Acres Egg Club, que se especializa en producir huevos con bajo contenido de grasas poliinsaturadas (PUFA, por sus siglas en inglés) y fitoestrógenos. También hace parte de Nourish Cooperative , una cooperativa que produce pollo y cerdo con bajo contenido de PUFA, carne de res, queso y masa madre.