📝HISTORIA EN BREVE

  • Los datos de los CDC enseñan que la prevalencia de la diabetes alcanzó el 15.8 % de los adultos que viven en los Estados Unidos, con un 11.3 % diagnosticado y un 4.5 % sin diagnosticar, lo que destaca la necesidad urgente de aumentar la detección y la prevención
  • Los hombres enfrentan un riesgo mayor de diabetes (18 %) en comparación con las mujeres (13.7 %), mientras que las tasas aumentan de manera drástica con la edad y afectan al 27.3 % de los adultos mayores de 60 años y al 24.2 % de las personas con obesidad
  • La prueba HOMA-IR proporciona una forma sencilla de detectar de forma temprana la resistencia a la insulina, además calcula la relación entre los niveles de insulina y glucosa en ayunas para evaluar la salud metabólica
  • El exceso de ácido linoleico que está presente en los aceites de semillas y alimentos procesados, desencadena la inflamación y altera las vías de señalización de la insulina, lo que hace que las células respondan menos a la insulina y acelera la progresión hacia la diabetes
  • El aumento importante en el consumo de ácido linoleico desde mediados del siglo XX contribuye a la diabetes, ya que altera la función de las mitocondrias y la producción de energía celular

🩺Por el Dr. Mercola

De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos, casi 1 de cada 6 adultos vive con diabetes hoy en día.1 Los datos del National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES) que abarca datos desde agosto de 2021 hasta agosto de 2023 revelan que la prevalencia general de diabetes en los Estados Unidos aumentó al 15.8 %.

Esta cifra incluye tanto los casos diagnosticados como los no diagnosticados: un 11.3 % de los adultos sabe que tiene diabetes y un 4.5 % adicional vive con la enfermedad sin un diagnóstico formal. El aumento de la prevalencia total de diabetes supone un importante desafío para la salud pública y la necesidad de una mayor concienciación, una detección temprana y estrategias de gestión eficaces.2

A menudo, la diabetes conduce a complicaciones graves, las cuales afectan al sistema nervioso, los riñones, los ojos, el corazón y los vasos sanguíneos, por lo que la prevención y el tratamiento son esenciales para una salud óptima. Los venenos mitocondriales que dañan la producción de energía celular son factores que contribuyen a las enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2.

Tasas más altas de diabetes entre hombres, adultos mayores y personas con obesidad

Si es hombre, las estadísticas demuestran que tiene un riesgo mayor de padecer diabetes total y diagnosticada en comparación con las mujeres. Los datos del NHANES indican que el 18 % de los hombres en los Estados Unidos tiene diabetes, y solo el 12.9 % de ellos han sido diagnosticados, frente al 13.7 % y el 9.7 % de las mujeres, respectivamente.3 Esta disparidad de género sugiere que los hombres podrían necesitar estar más atentos a su salud en lo que respecta a la diabetes.

Aunque la prevalencia de diabetes no diagnosticada no difiere mucho entre hombres y mujeres, las tasas más altas de diabetes diagnosticada en hombres resaltan la importancia de realizar exámenes de detección regulares y de tomar medidas de salud proactivas. Los factores que contribuyen a este mayor riesgo en los hombres podrían incluir opciones de estilo de vida, diferencias biológicas y quizá tasas más bajas de utilización de atención médica.

A medida que envejece, su riesgo de desarrollar diabetes también aumenta. Según los hallazgos de los CDC, la prevalencia de la diabetes aumenta del 3.06 % en adultos de 20 a 39 años a un asombroso 27.3 % en aquellos de 60 años o más.4 Además, el peso es clave en este riesgo. Las personas con obesidad enfrentan una prevalencia de diabetes del 24.2 %, en comparación con el 12.3 % en la categoría de sobrepeso y el 6.8 % entre aquellos con estado de peso normal o bajo.5

Estas tendencias resaltan cómo tanto el envejecimiento como el aumento de peso elevan mucho las probabilidades de desarrollar diabetes. Controlar su peso mediante una alimentación saludable y la actividad física regular reducirá mucho su riesgo.

Los datos del NHANES también enseñan una clara relación inversa entre el nivel educativo y la prevalencia de la diabetes. Los adultos con sólo un diploma de escuela secundaria, GED o menos tienen una prevalencia total de diabetes del 19.6 %, que disminuye al 10.7 % entre aquellos que poseen una licenciatura o un título superior.6

De manera similar, las tasas de diabetes caen del 14.6 % en los grupos con menor nivel educativo al 7.3 % en aquellos con educación avanzada. Dicha correlación sugiere que los niveles de educación más altos pueden proporcionar un mejor acceso a información de salud, recursos y opciones de estilo de vida más saludables, todo lo cual contribuye a un menor riesgo de diabetes.

HOMA-IR: una prueba sencilla para detectar la resistencia a la insulina

Detectar la resistencia a la insulina de forma temprana es esencial, ya que es una señal de advertencia para la salud metabólica que a menudo precede a la diabetes tipo 2. La prueba HOMA-IR (Homeostatic Model Assessment of Insulin Resistance) es una valiosa herramienta de diagnóstico que ayuda a evaluar la resistencia a la insulina a través de un simple análisis de sangre. Fue creada en 1985 para calcular la relación entre los niveles de insulina y glucosa en ayunas y evaluar la efectividad con la que el cuerpo utiliza la insulina.

A diferencia de otras pruebas más complejas, la HOMA-IR requiere sólo una muestra de sangre en ayunas, lo que la hace práctica y accesible. Dicha simplicidad le permite a los médicos y pacientes detectar signos tempranos de resistencia a la insulina, monitorear el riesgo de prediabetes, seguir la efectividad del tratamiento a lo largo del tiempo y guiar las estrategias de intervención. La fórmula de la HOMA-IR es la siguiente:

HOMA-IR = (glucosa en ayunas x insulina en ayunas) / 405, en donde

  • La glucosa en ayunas se mide en mg/dL
  • La insulina en ayunas se mide en μIU/mL (microunidades internacionales por mililitro)
  • Y 405 es una constante que normaliza los valores

Si utiliza mmol/L para la glucosa en lugar de mg/dL, la fórmula cambia un poco:

HOMA-IR = (glucosa en ayunas x insulina en ayunas) / 22.5, en donde

  • La glucosa en ayunas se mide en mmol/L
  • La insulina en ayunas se mide en μIU/mL
  • Y 22.5 es el factor normal para esta unidad de medida

Cualquier valor inferior a 1.0 se considera una puntuación HOMA-IR saludable. Si está por encima de ese nivel, se le considera resistencia a la insulina. Mientras más altos sean sus valores, mayor será su resistencia a la insulina. Por el contrario, cuanto menor sea su puntuación HOMA-IR, menor resistencia a la insulina tendrá, suponiendo que no tenga diabetes tipo 1. La resistencia a la insulina suele aparecer mucho antes de que aparezcan signos evidentes de problemas, lo que altera en silencio el equilibrio del cuerpo y lo prepara para enfermedades graves posteriores.

Resulta curioso, ya que mi puntuación en la escala HOMA-IR es de tan solo 0.2. Lo cual es un testimonio de la mayor eficiencia de mi cuerpo para quemar combustible, lo cual resulta en una mayor disponibilidad de glucosa. Al incorporar carbohidratos adicionales a mi alimentación, proporcioné a mis células la energía necesaria para funcionar de manera más efectiva.

Esta función celular mejorada ajustó de manera importante mi salud metabólica, lo que demuestra cómo los ajustes alimenticios estratégicos desembocan en una mejor sensibilidad a la insulina y un mejor rendimiento metabólico general.

¿Hay deficiencias de nutrientes?

Se ha demostrado que los cambios en el estilo de vida, como la alimentación y el ejercicio, previenen la diabetes tipo 2 de manera más efectiva que sólo tomar metformina,7 sin embargo, las deficiencias de nutrientes también pueden influir. Por ejemplo, la vitamina B6 influye en la regulación del azúcar en la sangre, a través de las células beta "de primera respuesta" en el páncreas. De hecho, algunos casos de diabetes podrían relacionarse con una deficiencia o disfunción de la vitamina B6.8

Además, existe una relación inversa entre los niveles de vitamina D y HbA1c, que es un marcador clave del control del azúcar en la sangre a largo plazo; a medida que aumenta la vitamina D, la HbA1c disminuye.9 Lo cual sugiere que mantener niveles adecuados de vitamina D, de preferencia a través de una exposición segura al sol, ayuda a controlar los niveles de azúcar en la sangre y a reducir el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.

Los minerales como el zinc, magnesio y el cromo son esenciales para regular el índice glucémico.10 Por ejemplo, se comprobó que la suplementación con magnesio mejora la sensibilidad a la insulina en pacientes con diabetes y mejora los síntomas de depresión y ansiedad.11

Al garantizar un consumo adecuado de estas vitaminas y oligoelementos a través de la alimentación, suplementos específicos o exposición a la luz del sol en el caso de la vitamina D, podría apoyar tanto el control del azúcar en la sangre como el bienestar mental. Sin embargo, otro factor alimenticio involucrado en el aumento de la epidemia de enfermedades crónicas, incluyendo la diabetes tipo 2, es el ácido linoleico (AL).

El aumento del AL: una década de cambios alimenticios e impacto metabólico

Puede que no se dé cuenta, pero la alimentación actual es muy diferente a la de hace apenas un siglo, en particular en lo que respecta al consumo de AL. Desde mediados del siglo XX, el consumo de AL, un ácido graso poliinsaturado omega-6 que se encuentra en los aceites de semillas y la mayoría de los alimentos procesados, se ha disparado en las alimentaciones occidentales. Dicho crecimiento dramático coincide con el aumento de enfermedades metabólicas crónicas como la obesidad y la diabetes mellitus tipo 2.12

Aunque el AL es esencial para mantener una piel saludable y otras funciones corporales, el consumo excesivo genera preocupación sobre su función como veneno metabólico que interfiere con la función de las mitocondrias y que altera la homeostasis de la glucosa. Los seres humanos consumían niveles mucho más bajos de AL, y nuestros cuerpos evolucionaron para manejar estas cantidades de manera efectiva.

No obstante, la abundancia de AL en la actualidad abruma estos sistemas reguladores, lo que contribuye a la resistencia a la insulina y al deterioro del metabolismo de la glucosa, como se explica en un análisis publicado en la revista Prostaglandins, Leukotrienes and Essential Fatty Acids.13 Al tomar decisiones alimentarias, comprender el aumento en el consumo de AL y sus repercusiones metabólicas es clave para evitar la diabetes e incluso revertirla.

Cómo el ácido linoleico altera el equilibrio de la glucosa

Cuando consumimos AL, este pone a prueba varios procesos del metabolismo, lo que conlleva a la formación de metabolitos bioactivos, tales como los metabolitos oxidados de ácido linoleico (OXLAM, por sus siglas en inglés) y el ácido araquidónico (AA). Estos metabolitos interfieren con la señalización de la insulina, que es un componente que ayuda a mantener los niveles de glucosa en la sangre.

Por ejemplo, se demostró que ciertos OXLAM afectan la secreción de insulina de las células beta pancreáticas, las mismas células responsables de regular el azúcar en la sangre.14 Además, los eicosanoides derivados del AA promueven la inflamación y el estrés oxidativo, lo que altera aún más la sensibilidad a la insulina en los músculos y el hígado.

Dicho trastorno bioquímico dificulta que el cuerpo utilice la glucosa de manera efectiva, lo que prepara el camino para la resistencia a la insulina y, por consiguiente, la diabetes. La comprensión de estas alteraciones moleculares resalta la importancia de moderar el consumo de AL para preservar el delicado equilibrio de la homeostasis de la glucosa y prevenir la aparición de trastornos metabólicos como la diabetes.

Inflamación y resistencia a la insulina: el vínculo oculto del AL

La inflamación es fundamental en el desarrollo de la resistencia a la insulina, y el AL se relaciona de manera cercana con este proceso. Cuando consume niveles elevados de AL, el cuerpo produce más eicosanoides proinflamatorios que desencadenan una inflamación crónica de bajo grado. Dicho estado inflamatorio persistente interfiere con las vías de señalización de la insulina, lo que hace que las células respondan menos a los efectos de la insulina.

Como resultado, el cuerpo necesita producir más insulina para lograr el mismo efecto reductor de glucosa, lo que conduce a la hiperinsulinemia. Con el tiempo, este mecanismo compensatorio agota las células beta pancreáticas, lo que reduce la producción de insulina y exacerba la resistencia a la insulina. Además, los marcadores inflamatorios, como la proteína C reactiva y la interleucina-6, que se elevan con el aumento del consumo de AL, se relacionan con riesgos mayores de desarrollar diabetes tipo 2.15

Debido a que fomenta un ambiente inflamatorio, el consumo excesivo de AL no sólo altera el equilibrio metabólico, sino que también acelera la progresión hacia la diabetes. Reconocer este vínculo enfatiza la necesidad de estrategias alimenticias que minimicen la inflamación para mantener la sensibilidad a la insulina y la salud metabólica.

La falta de energía celular provoca enfermedades crónicas como la diabetes

La razón principal por la que el exceso de AL daña la salud es porque altera las mitocondrias, que son las fuentes de energía de las células. Las mitocondrias son pequeñas fábricas de energía en sus células que producen trifosfato de adenosina (ATP), que es el combustible esencial para que las células funcionen y se reparen.

Sin energía, las células no pueden repararse ni regenerarse. Por ende, el problema crucial que subyace a la mayoría de las enfermedades crónicas es que las células no producen suficiente energía. Además del AL, exponerse a sustancias químicas sintéticas que alteran el sistema endocrino (EDC), al estrógeno y a los campos electromagnéticos (EMF) también reduce la capacidad de las células para producir energía.

Este déficit de energía dificulta mantener el entorno libre de oxígeno que se requiere para que estas bacterias beneficiosas, como la Akkermansia, prosperen, lo que empeora aún más el problema.

En cambio, la falta de energía celular crea un entorno en el intestino que favorece a las bacterias productoras de endotoxinas, lo que daña aún más las mitocondrias y, a su vez, desencadena resistencia a la insulina y crea un círculo vicioso que empeora la salud. Al atacar a "los cuatro disruptores": el exceso de AL, los estrógenos (xenoestrógenos que se encuentran en productos de uso cotidiano como el plástico), los campos electromagnéticos y las endotoxinas, podría restaurar su energía celular y retomar el camino hacia una salud óptima.