📝HISTORIA EN BREVE
- La enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD, por sus siglas en inglés), conocida ahora como enfermedad hepática esteatósica asociada a la disfunción metabólica (MASLD), ocurre cuando el exceso de grasa se acumula en el hígado, lo que provoca inflamación, cicatrización e insuficiencia hepática, con una prevalencia que aumenta más entre los adultos mayores
- La MASLD tiene dos formas distintas: la específica del hígado, que es más agresiva y solo afecta al hígado, y la sistémica, que afecta a otros órganos y aumenta el riesgo cardiometabólico
- Los factores genéticos, incluyendo 27 loci identificados, influyen en la MASLD debido a que alteran el metabolismo de las grasas en las células del hígado, lo que contribuye a la inflamación, la acumulación de triglicéridos y el daño hepático
- El estilo de vida que contribuye a la MASLD incluye la resistencia a la insulina, la mala alimentación, la falta de actividad física y ciertos medicamentos, todos los cuales promueven el almacenamiento de grasa y perjudican la función hepática
- Intervenir en el estilo de vida ayuda a tratar la MASLD desde su raíz; esto incluye eliminar las grasas nocivas, mejorar la ingesta de nutrientes, mantener un peso saludable y tomar suplementos que favorezcan el hígado
🩺Por el Dr. Mercola
La enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD) se presenta cuando el exceso de grasa se acumula en el hígado sin un consumo elevado de alcohol. En Estados Unidos, la NAFLD es más frecuente entre los adultos mayores. Al principio, es posible que no identifique ningún síntoma, pero a medida que la NAFLD progresa, provocará inflamación del hígado, cicatrices e incluso insuficiencia hepática. Si no se trata, la NAFLD puede progresar a enfermedades hepáticas más graves, como la esteatohepatitis no alcohólica (NASH, por sus siglas en inglés), cirrosis y cáncer de hígado.
En un estudio publicado en la revista BMC Gastroenterology1 se encontró que el 40.3 % de las personas de 60 a 74 años y el 39.2 % de las mayores de 74 años padecen NAFLD. En las personas entre 60 y 74 años, la NAFLD está asociada a un riesgo 60 % mayor de mortalidad por cualquier causa dentro de cinco años y a un riesgo 22 % mayor dentro de 10 años.
La mortalidad cardiovascular también se duplica con creces en este grupo de edad en un período de cinco años. Sin embargo, estos riesgos mayores no se observan en los adultos con más de 74 años, lo que indica que el impacto de la enfermedad podría disminuir con la edad avanzada.
En 2023, el término NAFLD fue reemplazado por MASLD (enfermedad hepática esteatósica asociada a la disfunción metabólica) para resaltar con mayor precisión la raíz de su causa: la disfunción metabólica.2 Las investigaciones actuales continúan ampliando nuestra comprensión de esta afección y ahora revelan dos formas distintas: una específica del hígado y otra con efectos sistémicos.
De NAFLD a MASLD: ¿qué cambió?
Mientras que la NAFLD se definió por la ausencia de daño hepático relacionado con el alcohol, la MASLD destaca el rol de los factores metabólicos comunes (como la obesidad, la diabetes tipo 2 y el síndrome metabólico) en la acumulación de grasa y la inflamación del hígado. La MASLD también introduce un marco de diagnóstico más preciso. A diferencia de la NAFLD, que excluía sobre todo otras causas de enfermedad hepática, la MASLD requiere evidencia de disfunción metabólica junto con acumulación de grasa en el hígado.3
La MASLD se desarrolla debido a una combinación de factores genéticos, metabólicos y de estilo de vida. La predisposición genética influye de manera significativa en cómo el cuerpo procesa las grasas y los azúcares, mientras que la resistencia a la insulina, que es un sello distintivo del síndrome metabólico, agrava este proceso ya que afecta la capacidad del hígado para gestionar la glucosa y las grasas, al igual que promueve el almacenamiento de grasa.
A medida que el hígado se satura de grasa, se desencadena una inflamación que provoca daños en las células hepáticas. Entre los factores que contribuyen también se encuentran tener una mala alimentación, falta de actividad física y ciertos medicamentos que aumentan la acumulación de grasa en el hígado. El diagnóstico de MASLD presenta retos únicos, sobre todo en sus primeras etapas, cuando los síntomas son sutiles o están ausentes.
Si bien las biopsias de hígado siguen siendo el método de referencia para el diagnóstico, su naturaleza invasiva limita su uso generalizado. Las pruebas no invasivas, como las imágenes y los análisis de sangre, ayudan a identificar la grasa hepática, pero a menudo no distinguen entre la esteatosis simple y las formas más graves, como la NASH. La falta de biomarcadores precisos y los síntomas similares a otras enfermedades hepáticas hacen que el diagnóstico sea aún más complicado.
Nuevos conocimientos sobre la MASLD revelan tipos de enfermedades distintos
Un estudio reciente publicado en la revista Nature Medicine4 descubrió las bases genéticas de la MASLD y diferenció sus diversas formas. Mediante el análisis de datos genéticos de una gran cohorte de 36 394 individuos y la validación de los hallazgos en cuatro grupos adicionales de 3903 participantes, los investigadores identificaron marcadores genéticos que permiten comprender por qué la MASLD se manifiesta de manera diferente entre una persona y otra.
Uno de los hallazgos más importantes fue la identificación de 27 nuevos loci genéticos vinculados a la MASLD. Estas ubicaciones específicas en el genoma influyen en el desarrollo y la progresión de la enfermedad, debido a que afectan el modo en que las células del hígado procesan y almacenan las grasas. Los investigadores identificaron dos tipos distintos de MASLD por medio del uso de puntajes de riesgo poligénico, que agregan los efectos de múltiples variantes genéticas.
El primer tipo se limita al hígado y provoca una enfermedad hepática más agresiva. La segunda es sistémica, lo que significa que afecta a múltiples órganos y aumenta de manera significativa el riesgo de problemas cardiometabólicos, incluyendo la insuficiencia cardíaca. Esta distinción es importante porque implica que el tratamiento y las estrategias de gestión deben adaptarse al tipo específico de MASLD que tiene el paciente, en lugar de tratar la afección como una enfermedad única.
Otro dato clave es la fuerte relación entre la distribución de la grasa corporal y la salud del hígado. Se descubrió que la grasa visceral, que se almacena alrededor de los órganos, es el factor que mejor predice el contenido de triglicéridos y la inflamación del hígado. Otras medidas como el índice de masa corporal (BMI, por sus siglas en inglés) y la relación entre la cintura y la cadera, que son indicadores de la distribución general de la grasa, también se relacionaron con la salud del hígado, aunque tuvieron menos impacto que la grasa visceral a la hora de predecir el daño hepático.5
A nivel genético, los investigadores descubrieron que ciertas variantes genéticas aumentan la grasa hepática, ya que altera la manera en que las células hepáticas manejan y secretan lípidos. En concreto, algunos genes que alteran la secreción de lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL, por sus siglas en inglés) provocan que los triglicéridos se acumulen en el hígado, lo que aumenta el riesgo de padecer enfermedades relacionadas con el hígado.
De forma paradójica, esta retención de triglicéridos reduce los niveles de lipoproteínas circulantes en la sangre, lo que parece reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular (CVD, por sus siglas en inglés), como la hipertensión o la insuficiencia cardíaca. Esto sugiere que la relación entre la MASLD y la enfermedad cardíaca es más compleja de lo que se creía antes.6
El estudio7 también reveló que la puntuación de riesgo poligénico discordante, que se centra en variantes genéticas específicas del hígado, como PNPLA3 y TM6SF2, fue la causa de una porción mayor de la variabilidad genética en la MASLD en comparación con la puntuación concordante, lo que es una evidencia de genes que afectan tanto la salud hepática como la sistémica. Esto destaca el rol de los factores genéticos específicos del hígado en el desarrollo de MASLD.
Ambas puntuaciones de riesgo también se asociaron con un mayor riesgo de MASLD y complicaciones graves como el carcinoma hepatocelular, que es un tipo de cáncer de hígado, aunque la asociación fue más fuerte en el caso de la puntuación discordante. Cabe destacar que la puntuación de riesgo poligénico discordante se relacionó con un menor riesgo de CVD, mientras que la puntuación concordante mostró una estrecha asociación con un mayor riesgo de CVD e insuficiencia cardíaca.
Comprender estas vías es esencial para desarrollar terapias dirigidas, lo que, en última instancia, mejora los resultados y reduce la carga de esta compleja enfermedad. Por ejemplo, los tratamientos que aumentan la secreción de VLDL mitigan la MASLD específica del hígado sin afectar el riesgo cardiovascular. Por otro lado, las intervenciones dirigidas a regular el metabolismo lipídico sistémico se ocupan de los riesgos cardiometabólicos más amplios asociados con la otra forma de MASLD.8
Distinguir entre la esteatosis simple y la NASH
Un estudio publicado en la revista Current Hepatology Reports9 proporcionó un contexto importante para la progresión de la MASLD. Los investigadores examinaron dos subtipos principales de lo que entonces se clasificaba como NAFLD: la esteatosis simple y esteatohepatitis no alcohólica (NASH), ahora conocida como esteatohepatitis asociada a la disfunción metabólica (MASH, por sus siglas en inglés).
Aunque este estudio se realizó antes de la reclasificación, sentó bases importantes, ya que determinó las diferencias entre estas dos afecciones en términos de fisiopatología, tratamiento y resultados a largo plazo.
Los investigadores descubrieron que la esteatosis simple, que se define como la acumulación de grasa en el hígado sin inflamación ni cicatrización, es en gran medida benigna y no afecta de forma significativa la supervivencia. La mayoría de las personas con esteatosis tienen una esperanza de vida normal, ya que el exceso de grasa por sí solo no causa daño hepático.
Por el contrario, la NASH es una enfermedad más grave que implica inflamación y cicatrización del hígado (fibrosis), lo que aumenta el riesgo de cirrosis, insuficiencia hepática y cáncer de hígado. La NASH se ha convertido en una de las principales causas de trasplantes de hígado en Estados Unidos, mientras que la esteatosis simple rara vez requiere intervenciones drásticas. El estudio también encontró una fuerte relación entre la NASH y el síndrome metabólico, lo que señala que las personas con obesidad, diabetes tipo 2 o triglicéridos elevados tienen un mayor riesgo.
Distinguir entre la esteatosis simple y la NASH es esencial para un tratamiento eficaz y mejorar los resultados a largo plazo. “Dado que la prevalencia de la NAFLD continúa aumentando, se necesitan más investigaciones para desarrollar enfoques de diagnóstico no invasivos y algoritmos de tratamiento”, concluyeron los investigadores.10
Estrategias útiles para tratar la MASLD desde la raíz
Adoptar un estilo de vida y hábitos alimentarios saludables para tratar desde la raíz la disfunción metabólica no solo favorece el funcionamiento óptimo del hígado y reduce el riesgo de padecer MASLD, sino que también promueve la salud y la vitalidad a largo plazo. A continuación, tenemos algunas estrategias clave que recomiendo:
1. Elimine las grasas nocivas: elimine todos los aceites vegetales, incluyendo los de canola, soya, maíz y girasol, ya que alteran la función mitocondrial y promueven la inflamación. En su lugar, consuma grasas más saludables como el sebo de animales alimentados con pastura, el ghee o la mantequilla. Minimice el uso de aceites “saludables” como el de oliva, ya que su contenido de grasas monoinsaturadas también afecta la función metabólica cuando se consume en exceso.
2. Optimice su consumo de carbohidratos: intente consumir un mínimo de 200 a 250 gramos de carbohidratos específicos por día, y aumente la cantidad si tiene un estilo de vida activo, en función de su microbioma. Comience con los jugos de frutas que contenga pulpa y fruta entera, ya que favorecen la curación intestinal con fibra y azúcares naturales.
Puede tomar jugo sin pulpa solo después de que su digestión haya mejorado, y bébalo de forma lenta para evitar el estrés metabólico, similar al agua con dextrosa en caso de no tener buena salud intestinal. A medida que su digestión se fortalezca, introduzca de manera gradual carbohidratos complejos y almidones para mantener el equilibrio energético y apoyar la función metabólica.
3. Equilibre sus fuentes de proteínas: asegúrese de que un tercio de su consumo diario de proteínas consista en colágeno, con el objetivo de consumir alrededor de 0.8 gramos de proteína por cada libra de masa corporal magra, lo que debería representar alrededor del 15 % de su ingesta calórica total. Elija carnes de animales alimentados con pastura en lugar de carne de pollo o cerdo convencional para reducir la exposición al ácido linoleico (AL) daniño y favorecer una salud metabólica óptima.
4. Priorice los alimentos ricos en colina: la colina es importante para eliminar la grasa del hígado y reducir el riesgo de enfermedad del hígado graso. Para aumentar la presencia de este nutriente, aumente su consumo de alimentos como yemas de huevo orgánicas de gallinas criadas en pastizales, hígado de res alimentada con pastura y rúcula.
5. Elija comer alimentos enteros y ricos en nutrientes: elimine los alimentos muy procesados, incluyendo las comidas rápidas, ya que están cargadas de carbohidratos refinados, aceites vegetales, conservadores y otros ingredientes dañinos que abruman el hígado y contribuyen a su disfunción. En lugar de ello, sustitúyalos por alimentos enteros, menos procesados y ricos en nutrientes para estabilizar su nivel de azúcar en sangre, reducir la inflamación y reducir la carga sobre su hígado.
6. Mantenga un peso saludable: ejercitarse con frecuencia es esencial para estimular el metabolismo y mantener un peso saludable. Si tiene sobrepeso, perder entre el 7 % y el 10 % de su peso corporal ayuda a mejorar la NAFLD, lo que incluye reducir el contenido de grasa en el hígado, la inflamación y la fibrosis hepática.11
7. Considere tomar suplementos que refuercen el hígado: apoyar su hígado con nutrientes específicos no solo le protege contra daños, sino que también mejora su capacidad para desintoxicarse y regenerarse. La vitamina B12 y el folato trabajan juntos para reducir la inflamación y prevenir la fibrosis, lo que mantiene bajo control los niveles de homocisteína.12
Para proteger y desintoxicar aún más el hígado, la n-acetilcisteína (NAC) aumenta la producción de glutatión, que es un poderoso antioxidante que neutraliza las toxinas y reduce el estrés oxidativo.13
Además de los antioxidantes, los suplementos como el cardo mariano y la CoQ10 aportan beneficios únicos. Los compuestos activos del cardo mariano: la silimarina y la silibina, actúan como escudos contra las toxinas dañinas a la vez que promueven la reparación y regeneración de las células hepáticas dañadas.14 Por su parte, la CoQ10 contribuye a la salud mitocondrial, lo que garantiza que el hígado tenga la energía que necesita para funcionar de manera eficiente mientras reduce la inflamación y el daño oxidativo.15
El magnesio es otro nutriente importante para la salud del hígado, en particular por su papel para generar energía celular. Para determinar su dosis ideal, consuma primero citrato de magnesio, aumente de manera gradual su dosis hasta que presente heces blandas, luego redúzcala un poco: esa es su dosis ideal. Después, cambie al treonato de magnesio, el cual no causa heces blandas como el citrato de magnesio.
🔍Fuentes y Referencias
- 1 BMC Gastroenterology volume 19, Article number: 56 (2019)
- 2, 3 J Lipid Res. 2023 Dec 14;65(1):100485
- 4, 5, 6, 7, 8 Nature Medicine volume 30, pages 3614–3623 (2024)
- 9, 10 Curr Hepatol Rep. 2014 June 1; 13(2): 151-158
- 11 Curr Obes Rep. 2019 Sep; 8(3): 220-228
- 12 Journal of Hepatology, 2022; doi: 10.1016/j.hep.2022.06.033
- 13 Hepatitis Monthly, 2010; 10(1):12
- 14 Indian J Biochem Biophys. 2006 Oct;43(5):306-11
- 15 Journal of Prescribing Practice. 2020;2(4)