📝HISTORIA EN BREVE

  • El efecto de los factores ambientales, incluyendo la exposición a metales, en el desarrollo de la obesidad está ganando atención, lo que sugiere que abordar estos factores es clave para combatir la epidemia de obesidad
  • Estudios recientes identificaron un vínculo significativo entre la exposición a mezclas de metales y el riesgo de obesidad infantil, lo que destaca la importancia de considerar los efectos combinados de los metales en lugar de los metales individuales por separado
  • Se descubrió que el cobalto tiene un efecto protector contra la obesidad en los niños, mientras que, metales como el plomo y el cadmio aumentan el riesgo, lo que pone de relieve las complejas interacciones entre los diferentes metales y la obesidad
  • Los niveles adecuados de micronutrientes como el selenio y el folato en la madre ayudan a mitigar los efectos adversos de la exposición a metales tóxicos en la obesidad infantil, lo que destaca la importancia de la nutrición materna en la salud infantil
  • Comprender mejor la relación entre la exposición a metales y la obesidad es importante para desarrollar estrategias de prevención e intervención más efectivas

🩺Por el Dr. Mercola

La obesidad infantil es una enfermedad que se caracteriza por el exceso de grasa corporal y plantea riesgos importantes para la salud de los jóvenes. A menudo, los niños con obesidad experimentan una variedad de problemas de salud que afectan su bienestar físico y emocional. Las complicaciones comunes incluyen: resistencia a la insulina, intolerancia a la glucosa y dislipidemia, todas las cuales podrían provocar problemas de salud más graves si no se tratan.

Investigaciones recientes destacan el alarmante aumento de las tasas de obesidad infantil, con estudios que indican que en todo el mundo más de 340 niños y adolescentes se ven afectados.1 Además, la relación entre la obesidad y los oligoelementos es cada vez más evidente. Por ejemplo, se observaron niveles elevados de cobre y niveles bajos de minerales esenciales, como zinc y selenio en niños con obesidad.2

Además, la interacción entre los metales pesados y los procesos metabólicos complica aún más el panorama de la obesidad, lo que indica que, la exposición a metales contribuye de manera importante al riesgo de desarrollar obesidad. 3 Estos hallazgos destacan la necesidad urgente de comprender los factores ambientales que impulsan esta epidemia.

Más allá de los problemas de salud inmediatos, la obesidad infantil podría tener una relación con problemas de salud a largo plazo, como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y problemas psicológicos como baja autoestima y depresión. Estas complicaciones no sólo afectan la calidad de vida durante la niñez, sino que, también preparan el terreno para problemas de salud crónicos en la edad adulta.

La interacción entre los metales y las disfunciones metabólicas que se relacionan con la obesidad, exacerba estos riesgos, por lo que es necesario abordar tanto los factores alimenticios como los ambientales en las estrategias de prevención y tratamiento. Además, comprender la relación entre la exposición a metales pesados y la obesidad infantil es esencial para desarrollar intervenciones efectivas.

Ya que la homeostasis de los metales es fundamental en la salud metabólica, ésta investigación marca el comienzo de un esfuerzo más amplio para descubrir las causas subyacentes de la obesidad infantil e implementar estrategias que contribuyan con futuros más saludables para los niños de todo el mundo.

Efectos de la exposición a metales pesados en la salud

Cuando hablamos sobre la obesidad infantil es importante reconocer los factores principales de riesgo, que incluyen la mala alimentación, la falta de actividad física, las toxinas ambientales y la predisposición genética. No obstante, los tratamientos convencionales a menudo se centran en medicamentos e incluso cirugía, que presentan inconvenientes importantes. Por ejemplo, los medicamentos que se recetan para controlar el peso en niños tienen efectos secundarios, tales como problemas gastrointestinales y cambios de humor.

Estos tratamientos no tratan las causas primordiales de la obesidad infantil, lo que deja espacio para enfoques alternativos que consideran factores ambientales como la exposición a metales. Además, estudios recientes destacan el efecto de los contaminantes ambientales, en particular los metales pesados, en su desarrollo. Se identificaron metales como el plomo, cadmio y arsénico como obesógenos, las cuales son sustancias que alteran los procesos metabólicos y favorecen el aumento de peso.

Estos metales alteran el equilibrio hormonal y afectan la manera de regular el apetito y almacenar grasa. Además, la exposición a dichos metales se produce a través de diversas fuentes, incluyendo alimentos, agua y aire contaminados, lo que la convierte en una preocupación generalizada. Para comprender cómo estos metales contribuyen a la obesidad infantil es necesario examinar su impacto en las vías metabólicas.

Los metales pesados imitan o bloquean las hormonas que regulan el metabolismo, lo que conlleva una mayor acumulación de grasa y cambios del equilibrio energético. Por ejemplo, la exposición al plomo se relaciona con la resistencia a la insulina, una afección en la que las células del cuerpo no responden de manera efectiva a la insulina, lo que aumenta los niveles de azúcar en sangre y el almacenamiento de grasa. Esta alteración de los procesos metabólicos prepara el terreno para la obesidad, sobre todo en los niños que aún están en desarrollo.

Para aumentar la complejidad de la enfermedad, los métodos de diagnóstico regulares a menudo se basan en las mediciones del índice de masa corporal (IMC), los cuales no reflejan con precisión el estado de salud del niño.

El IMC no considera la masa muscular, la densidad ósea ni la distribución de grasa, lo que genera una clasificación errónea del estado de peso. Además, la influencia de factores ambientales como la exposición a metales no suele considerarse en los criterios de diagnóstico estándar, lo que a menudo da lugar a una comprensión incompleta de la condición del niño.

La complejidad del diagnóstico de la obesidad infantil se ve agravada aún más por la naturaleza cambiante de las respuestas personales a la exposición a los metales. Los factores genéticos influyen en cómo el cuerpo de un niño procesa y reacciona a estos metales, lo que dificulta establecer un enfoque diagnóstico único para todos.

Además, la falta de pruebas exhaustivas de exposición a metales en las evaluaciones de salud de rutina significa que este factor que contribuye a la obesidad a menudo se pasa por alto. Dicha brecha en el diagnóstico destaca la necesidad de enfoques más integrales que incluyan diagnósticos ambientales en la evaluación de la obesidad infantil.

El impacto de los metales pesados en la obesidad infantil

En un estudio reciente se investigó la relación entre la exposición a diversos metaloides y la prevalencia de sobrepeso y obesidad en niños de 6 a 12 años. Los investigadores se centraron en 10 metaloides diferentes y analizaron sus efectos individuales y combinados sobre el peso corporal. Para lograrlo, midieron los niveles de estos metaloides en la orina; el estudio involucró a 143 niños, los cuales se dividieron en dos grupos, 92 del grupo de control (sanos) y 51 con sobrepeso y obesidad.4

La población del estudio consistió en niños prepúberes de Granada, España, que habían vivido en las áreas de estudio durante al menos seis meses. Al examinar las muestras de orina, los investigadores quisieron determinar cómo éstos metales influyen en la probabilidad de desarrollar exceso de peso corporal. Sus hallazgos destacaron una interacción compleja entre la exposición a diversos metales y el riesgo de obesidad.

Uno de los descubrimientos importantes fue la relación inversa entre los niveles de cobalto en la orina y la incidencia de sobrepeso y obesidad. Los niños con niveles más elevados de cobalto tuvieron menos probabilidades de tener sobrepeso u obesidad.5

De manera similar, el cromo (Cr) tuvo una relación negativa mínima con la obesidad, lo que indica que los niveles más elevados de Cr parecen contribuir a un menor peso corporal. El molibdeno (Mo), en conjunto con el Cr y el cobalto, ayudó a disminuir la probabilidad de exceso de peso corporal entre los participantes.6

Por el contrario, el estudio encontró que ciertos metales tóxicos tuvieron una relación positiva con la obesidad. El estudio encontró que los niveles de plomo, cadmio y arsénico total en la orina tuvieron una relación positiva con el sobrepeso y la obesidad en niños, lo que indica que una mayor exposición a estos metales aumenta el riesgo de desarrollar exceso de peso corporal.7

Esta relación sugiere que la exposición a estos metales aumenta el riesgo de obesidad en niños. Llama la atención que, el grupo de control presentó niveles de mercurio en la orina más elevados que el grupo de obesidad, lo que contribuye a los efectos específicos del metal observados en el estudio.8

Al analizar los efectos combinados de múltiples metaloides, la investigación reveló que la mezcla de plomo, cadmio y arsénico contribuyó de forma significativa al aumento del riesgo de obesidad. Este efecto de mezcla destaca la importancia de considerar cómo interactúan los diferentes metales dentro del cuerpo para influir en los resultados de salud.9

Por otro lado, la combinación de Mo, Cr y cobalto tuvo una relación con una menor tasa de obesidad, lo que enfatiza aún más cómo ciertos metales contrarrestan los efectos de otros.10

En la última década la prevalencia del exceso de peso corporal entre los niños ha aumentado. Este estudio se suma al creciente conjunto de evidencias de que los factores ambientales, en particular la exposición a metales tóxicos influye en esta tendencia preocupante.11

Cómo influyen los metales en la obesidad

Metales como el arsénico, el cadmio, el plomo, el mercurio y el níquel (Ni) contribuyen a la obesidad ya que alteran los procesos metabólicos.12 Además, el estudio destacó que las deficiencias de metales esenciales como Cr, cobre (Cu), hierro (Fe) y magnesio (Mg) también conducen a un aumento de la adiposidad o acumulación de grasa corporal. Este hallazgo destaca la importancia del equilibrio en la exposición al metal para mantener un peso corporal saludable.13

Los niveles de metales en la orina se consideraron biomarcadores para evaluar la exposición a largo plazo, lo que proporciona un método confiable para futuras investigaciones.14 Los investigadores destacaron que los efectos de un metal dependen en gran medida de sus interacciones con otros. Esta complejidad hace que sea difícil determinar el impacto individual de los metales en la obesidad sin considerar sus efectos combinados.15

La metodología del estudio tomó en cuenta estas interacciones, lo que brinda una comprensión más completa de cómo las mezclas de metaloides influyen en el sobrepeso y la obesidad en niños.16 A nivel biológico, el cobalto influye en el peso corporal ya que regula los depósitos de glucógeno y los niveles de leptina, que es una hormona que controla el apetito. Los niveles elevados de leptina indican saciedad, lo que reduce el consumo de alimentos y evita comer en exceso.

El cromo, que interviene en el metabolismo de los carbohidratos, podría mejorar la sensibilidad a la insulina, lo que ayuda al cuerpo a gestionar los niveles de azúcar en la sangre de forma más efectiva. Estos mecanismos brindan una explicación viable sobre la relación inversa que se observa entre estos metales y la obesidad.17

Al identificar los metales que exacerban o mitigan el riesgo de obesidad, se pueden desarrollar intervenciones más efectivas para reducir las exposiciones nocivas y favorecer patrones de crecimiento más saludables en los niños.18

Micronutrientes maternos y exposición a metales en la obesidad infantil

Otro estudio buscó determinar la relación entre la exposición intrauterina a metales tóxicos (en específico mercurio, plomo y cadmio) y el desarrollo de sobrepeso u obesidad (OWO) en niños.

Además, la investigación analizó si los niveles adecuados de micronutrientes maternos selenio (Se) y folato ayudan a disminuir este riesgo. El estudio incluyó a 1 442 parejas madre-hijo del Boston Birth Cohort, que es un grupo compuesto por poblaciones negras e hispanas de bajos recursos. Los participantes comenzaron el estudio al nacer y fueron monitoreados hasta los 15 años.19

Los hallazgos revelaron que la coexposición de bajo nivel al mercurio, plomo y cadmio durante el embarazo fue generalizada entre la población del estudio y aumentó de forma significativa la probabilidad de que los niños desarrollaran OWO. Esta relación fue más marcada en los niños de madres con OWO.

Es importante destacar que, en el estudio se identificó que los niveles adecuados de selenio y folato maternos fueron efectivos para reducir el riesgo de sobrepeso y obesidad infantil, lo que resalta el impacto de la nutrición materna para disminuir los efectos adversos de la exposición a metales tóxicos.20 El estudio utilizó métodos estadísticos avanzados para analizar las interacciones entre la exposición a metales y los niveles de micronutrientes.

Los investigadores encontraron una clara relación dosis-respuesta, lo que significa que, a medida que aumentó la exposición a los metales, también lo hizo el riesgo de obesidad en niños. Esta relación destacó que no existen niveles seguros de exposición a estos metales tóxicos, ya que incluso una exposición mínima tuvo efectos perjudiciales sobre el peso y la salud general.21

El selenio y el folato ayudan a proteger contra la toxicidad de la exposición a metales

El efecto protector del selenio y el folato fue más pronunciado en los niños de madres con OWO. Estos micronutrientes parecen contrarrestar las propiedades obesogénicas del mercurio y el plomo, lo que ayuda a disminuir el impacto de los metales en el peso del niño. El estudio destacó que mantener los niveles adecuados de estos nutrientes durante el embarazo es esencial para proteger la salud a largo plazo de los niños.22

A nivel biológico, el selenio es indispensable en las defensas antioxidantes del cuerpo, lo que ayuda a neutralizar los radicales libres dañinos que se generan por la exposición a los metales. Esta función antioxidante previene el estrés oxidativo, el cual tiene una relación con la obesidad y otros trastornos metabólicos.

El folato es necesario para la metilación del ADN, que es un proceso que regula la expresión genética. La metilación adecuada del ADN garantiza que los genes involucrados en el metabolismo y el almacenamiento de grasa funcionen de manera adecuada, lo que ayuda a prevenir la obesidad.23

La interacción entre el selenio, el folato y los metales tóxicos implica vías bioquímicas complejas. El selenio puede unirse a metales pesados, lo que reduce su biodisponibilidad y toxicidad. Este proceso minimiza la capacidad de los metales de interferir con los procesos metabólicos que regulan el peso corporal. Mientras tanto, el folato en la metilación del ADN garantiza que los cambios epigenéticos no predispongan a los niños a la acumulación excesiva de grasa y al aumento de peso.24

En conclusión, este estudio destaca la importancia de la nutrición materna para combatir los efectos adversos de los tóxicos ambientales. Garantizar un consumo adecuado de selenio y folato durante el embarazo es una estrategia para prevenir la obesidad infantil, en específico en poblaciones con niveles elevados de exposición a metales. Dichos hallazgos recomiendan iniciativas de salud pública que se centren en mejorar la alimentación materna como un medio para proteger a las generaciones futuras de la creciente ola de obesidad.25

Cuatro pasos para proteger a sus hijos de la exposición a metales pesados

Los metales pesados suponen una grave amenaza para la salud de los niños, incluso más allá de la obesidad, ya que provocan daños permanentes al sistema nervioso y perjudican el desarrollo cognitivo. El plomo y el cadmio son muy peligrosos, ya que se acumulan en los huesos y los dientes y alteran múltiples sistemas de órganos. A continuación, le mostramos cómo reducir la exposición de sus hijos a estas toxinas dañinas:

1. Elija bien los almuerzos escolares: las pruebas revelaron cantidades alarmantes de metales pesados en los almuerzos escolares. Siempre que sea posible, prepare almuerzos caseros con alimentos enteros y sin procesar. Evite las comidas y refrigerios envasados que aumentan la exposición a metales pesados a través de sus ingredientes y empaques. Concéntrese en frutas frescas, vegetales y fuentes de proteínas de animales alimentados con pastura.

2. Filtre el agua: instale un sistema de filtración de agua de alta calidad en su hogar que elimine metales pesados. Esto ayuda a reducir la exposición a través del agua potable y la preparación de alimentos. Busque filtros certificados para eliminar plomo, cadmio y otros metales tóxicos.

3. Revise el entorno de su hogar: haga que analicen su casa para detectar si tiene pintura con plomo, en específico si la construyeron antes de 1978. Revise el suelo alrededor de su propiedad para ver si hay contaminación, en particular si cultiva alimentos o si sus hijos juegan en la tierra. Elimine las fuentes de exposición a metales pesados, como tuberías viejas o suelo contaminado.

4. Elija la leche materna en lugar de la fórmula: muchas fórmulas infantiles están contaminadas con metales pesados, lo cual es una razón más por la que la leche materna es la mejor opción para los bebés. Si la leche materna no es una opción, recomiendo preparar su propia fórmula infantil casera.


🔍Fuentes y Referencias