📝HISTORIA EN BREVE

  • Entre los años 60 y 70 había de 2 a 4 casos de autismo por cada 10 000 niños, una cifra que ahora involucra a 1 de cada 36 niños
  • Hace poco, un estudio descubrió que existe una relación entre los niveles de metabolitos de ácidos grasos poliinsaturados (PUFA) en el líquido del cordón umbilical y la gravedad del autismo en los niños. Según este estudio, tener niveles elevados de diHETrE, un metabolito del ácido araquidónico (que se deriva del ácido linoleico), en la sangre del cordón umbilical podría empeorar los síntomas del trastorno del espectro autista (TEA)
  • Los ácidos poliinsaturados son uno de los ingredientes principales de la mayoría de las dietas modernas, lo que provocó que el consumo de ácido linoleico pasara de menos del 2 % a más del 25 % del total de calorías diarias. Consumir muchos ácidos poliinsaturados durante el embarazo puede afectar el desarrollo neurológico del feto, ya que incrementa la producción de eicosanoides, que son moléculas que causan inflamación
  • Otros estudios también relacionan el consumo elevado de grasas omega-6 durante el embarazo con un mayor riesgo de TDAH y deterioro cognitivo en los hijos
  • Cada vez más expertos aconsejan que volvamos a las fuentes tradicionales de grasas, las cuales contienen niveles bajos de grasas poliinsaturadas, así como evitar las recomendaciones de nutrición prenatal que promueven los aceites vegetales en lugar de las grasas saturadas

🩺Por Ashley Armstrong, autora invitada

Tras el incremento repentino en las tasas del trastorno del espectro autista (TEA) que se produjo en los últimos años, todos comenzaron a preguntarse: ¿cuál era la causa? Y aunque aún se desconoce la causa exacta, la evidencia reciente apunta a un ingrediente alimentario.

Hace poco, un estudio descubrió que existe una relación entre los ácidos grasos poliinsaturados (PUFA) y el riesgo de autismo. Este descubrimiento no sólo podría dar la respuesta a la pregunta sobre la causa del TEA, sino que también demuestra que las dietas modernas producen efectos dañinos a largo plazo.

La evolución del autismo con el paso de los años

Para comprender la importancia de esta investigación, primero debemos analizar la evolución del autismo con el paso de los años. En los años 50, casi nadie conocía este trastorno. Hasta que, a principios de los años 60, Leo Kanner y Hans Asperger establecieron el autismo como una enfermedad.

Entre los años 60 y 70, se realizaron los primeros estudios sobre su prevalencia, y las cifras no se parecen en nada a lo que vemos hoy en día. En aquel entonces, se estimaba que había de 2 a 4 casos de autismo por cada 10 000 niños,1 sin embargo, en la actualidad, esa cifra es muy distinta: se estima que alrededor 1 de cada 36 niños tiene TEA,2 un incremento que va mucho más allá de los avances en los métodos de diagnóstico.

Algo muy curioso es que este incremento significativo en las tasas de autismo coincide con los cambios en nuestros patrones alimentarios, sobre todo en los tipos de grasas que consumimos. ¿Es una simple coincidencia?

Los peligros de las grasas poliinsaturadas

Uno de los aspectos principales de esta relación son las grasas poliinsaturadas o PUFA. Se trata de un tipo de grasa que contienen muchos alimentos, en especial los aceites vegetales (semillas), ciertas semillas y frutos secos, e incluso en la carne de animales que reciben alimentos con alto contenido de PUFA. Consumir una gran cantidad de este tipo de grasas también puede afectar la forma en que utiliza la hormona tiroidea, dañar sus intestinos, causar inflamación y problemas metabólicos.

Este estudio hizo un descubrimiento impactante: la presencia de los subproductos metabólicos, que se producen cuando las grasas poliinsaturadas se descomponen en el líquido del cordón umbilical, se relacionó con la gravedad de los síntomas de autismo en los niños.3 En otras palabras, los productos de desecho que se crean cuando nuestros cuerpos procesan las grasas poliinsaturadas pueden afectar el desarrollo neurológico de los niños, incluso antes de nacer.

Esto es algo que no se sabía dentro de la comunidad científica. Aunque se observaron resultados similares en ratones, este estudio es el primero en confirmar estos hallazgos en humanos. Esto ayudará a entender mejor las posibles consecuencias de las dietas modernas.

Los cambios en la alimentación podrían ser la respuesta

Para poder entender las implicaciones de esta investigación, debemos analizar la transformación que tuvo nuestra alimentación en el último siglo. A principios de los años 1900, una persona promedio consumía una cantidad de grasas que no se parece en nada a su consumo actual. Las grasas de origen animal, como el sebo, la manteca de cerdo, la mantequilla y los huevos eran alimentos básicos. Los aceites vegetales, que ahora se encuentran en casi todos los alimentos procesados y cocinas, no formaban parte de la alimentación de las personas.

Se produjo un cambio en el que se sustituyeron las grasas saturadas con grasas poliinsaturadas, sobre todo ácido linoleico (AL), que son las grasas poliinsaturadas que componen la mayor parte de los aceites vegetales. Antes del siglo XX, el consumo de ácido linoleico representaba menos del 2 % del total de calorías diarias, que ahora es de más del 25 %,4 ¡un incremento de más de diez veces!

No obstante, este cambio en la alimentación no solo afectó a los humanos, los animales que comemos, sobre todo pollos y cerdos, suelen criarse en corrales de confinamiento en donde reciben alimento con alto contenido de grasas poliinsaturadas. Esta situación convirtió al pollo en la fuente alimentaria con mayor contenido de ácido linoleico en los Estados Unidos.5 Como puede ver, no solo transformamos nuestra alimentación, sino que cambiamos el perfil nutricional de toda nuestra cadena alimentaria.

La ciencia que confirma esta relación

En este artículo de investigación, los niveles de diHETrE en el líquido del cordón umbilical empeoran los síntomas del TEA en niños y se relacionaron con el deterioro del funcionamiento adaptativo. ¿Qué es el diHETrE y qué tiene que ver con las grasas poliinsaturadas? Para entender la forma en que las grasas poliinsaturadas influyen en el desarrollo del autismo, tenemos que hablar de bioquímica.

Cuando consumimos grasas poliinsaturadas, nuestro cuerpo las descompone a través de un proceso complejo que involucra la digestión, la absorción y el metabolismo. Para simplificar un poco este tema, nos enfocaremos en el ácido linoleico, que es la grasa omega-6 más común en los aceites vegetales (semillas), en algunas semillas y frutos secos, así como en la grasa de pollos y cerdos que reciben alimento con un alto contenido de esta grasa.

Una parte del ácido linoleico que consumimos se utiliza para obtener energía o como componente estructural en nuestro cuerpo. Sin embargo, el resto se transforma en ácido araquidónico (AA) a través de una serie de reacciones químicas.

El AA a su vez, puede transformarse en otras moléculas bioactivas que se conocen como eicosanoides. Los eicosanoides son una clase de moléculas de señalización que tienen una función muy importante en la inflamación, la percepción del dolor y en otros procesos fisiológicos. Se forman a través de dos vías principales:

  1. La vía de la ciclooxigenasa (COX): en este caso, las enzimas COX convierten el AA en diferentes eicosanoides, como prostaglandinas y tromboxanos.
  2. La vía de la lipooxigenasa (LOX): aquí, las enzimas lipoxigenasas en otros eicosanoides, como leucotrienos y lipoxinas, son las que se encargan de transformar el AA.

Una vez que se forman, los eicosanoides actúan de forma local en las células cercanas, lo que influye en varios procesos fisiológicos. El punto clave aquí es que las grasas poliinsaturadas son una de las fuentes principales de eicosanoides. Mientras más grasas poliinsaturadas consumimos, más eicosanoides producirá nuestro cuerpo.

Además, las enzimas COX y LOX funcionan a través de procesos de oxidación. Los enlaces dobles que tienen las PUFA crean puntos de insaturación que son reactivos y se oxidan muy fácil cuando se exponen a las enzimas COX y LOX. Se requieren estos puntos insaturados para que las enzimas introduzcan oxígeno y formen los eicosanoides bioactivos.

Por su parte, los ácidos grasos saturados no tienen enlaces dobles en sus cadenas de carbono, lo cual los hace menos reactivos, y sustratos que no atraen a las enzimas COX y LOX. Al no tener enlaces dobles no hay sitios reactivos y las enzimas no pueden introducir oxígeno. Por esa razón, las enzimas COX y LOX no pueden utilizar las grasas saturadas para producir eicosanoides.

Otra razón por la que es muy importante consumir el TIPO de grasa correcto es que no solo proporcionan energía y estructura, sino que también influyen en la señalización y las funciones fisiológicas. Las PUFA son una de las fuentes principales de eicosanoides, esto significa que, mientras menos PUFA coma, menos eicosanoides tendrá en su cuerpo.

La evidencia es irrefutable

El estudio que demuestra la relación entre las grasas poliinsaturadas y la gravedad del autismo encontró niveles elevados de un eicosanoide específico: diHETrE, en la sangre del cordón umbilical. El DiHETrE se deriva del AA y tiene propiedades inflamatorias. Al introducir los grupos de hidroxilo en la cadena de ácidos grasos, las enzimas LOX producen este eicosanoide.

Aunque la alimentación en sí suele contener muy poco AA, el ácido linoleico se transforma en AA, y eso provoca que se eleven los niveles. Una vez más, esto significa que mientras más ácido linoleico consuma, mayores serán sus niveles de AA.

Este estudio concluyó lo siguiente:

"Se descubrió que tener niveles elevados de dioles que se derivan del AA en la sangre del cordón umbilical, tales como diHETrE total, 11,12-diHETrE y 14,15-diHETrE, podría empeorar los síntomas del TEA. Tener niveles elevados de 11,12-diHETrE, también se relacionó con problemas sociales. Según estos hallazgos, los metabolitos que se derivan del AA en la sangre del cordón umbilical podrían influir en el desarrollo neurológico en los niños".

Por lo tanto, estos hallazgos sugieren que la presencia de metabolitos de PUFA (que dependen del consumo de este tipo de grasas) durante el período fetal puede influir en el desarrollo de los síntomas del TEA a través de las citoquinas inflamatorias.

Las grasas poliinsaturadas se relacionan con muchos otros problemas de salud

Aunque este estudio se enfocó en el autismo, es importante mencionar que los posibles efectos de consumir muchas grasas poliinsaturadas van mucho más allá de esta enfermedad.

Otro estudio que analizó el líquido del cordón umbilical descubrió que tener niveles elevados de AA se relaciona con mayores puntuaciones de síntomas de TDAH durante la infancia.6 Además, consumir muchas grasas omega-6 durante el embarazo incrementa el riesgo de TDAH en el niño.7,8

Llevar una alimentación rica en omega-6 durante el embarazo también se relaciona con un mayor riesgo de deterioro cognitivo en el niño.9,10 Estos hallazgos confirman el concepto de "orígenes fetales de la enfermedad", que sugiere que la nutrición durante los primeros años de vida puede influir en el riesgo de desarrollar enfermedades en el futuro.

De hecho, esto afecta mucho el desarrollo del sistema nervioso central (SNC), ya que "el SNC es muy vulnerable durante el desarrollo intrauterino, ya que está en pleno desarrollo y requiere de mucha energía para crear las células del cuerpo (incluyendo neuronas, astrocitos, microglía, oligodendrocitos, vasculatura), sus movimientos prolongados (migración), morfogénesis y los circuitos funcionales.

Por lo tanto, exponerse a factores ambientales que afecten estos procesos provocará cambios a largo plazo en la estructura y la función del cerebro".11

El impacto en las generaciones futuras

Uno de los aspectos más preocupantes de este cambio en la alimentación es el efecto que tendrá en las generaciones futuras. Esto también afecta el desarrollo del niño después del nacimiento, ya que este cambio en la alimentación también transformó la composición de ácidos grasos de la leche materna.

Como se menciona en un artículo del Dr. Mercola sobre el ácido linoleico:12

"En 1959 se realizó un estudio [27] en mujeres en etapa de lactancia y que llevaron una dieta rica en AL, la cual consistía en grasas de manteca de cerdo, aceite de maíz o linaza, y que tenía un contenido de ácido linoleico similar al de la dieta occidental promedio, es decir, del 15 % al 30 % del total de calorías provenientes de AL.
Entre 2 y 3 días después de cambiar su alimentación habitual a una dieta rica en AL, los niveles de esta grasa en su leche materna incrementaron del 8 % al 10 % y al 42 %. El estudio menciona que el contenido de AL en la leche materna incrementó bastante debido a los cambios en la naturaleza de las grasas que se consumen".

Este rápido cambio en la composición de la leche materna significa que ahora los bebés están expuestos a mayores niveles de AL desde su primer día de vida. Los cambios en nuestra alimentación no solo nos afectan a nosotros: están cambiando el panorama nutricional de las generaciones futuras.

Ahora que entiende el problema ¿qué puede hacer?

Dada la creciente evidencia de los posibles daños que causa el consumo excesivo de grasas poliinsaturadas, en particular en el contexto del desarrollo fetal y de la primera infancia, ¿qué podemos hacer al respecto?

1. Volver a consumir grasas tradicionales: una estrategia lógica es volver a las fuentes de grasas tradicionales, las cuales se componen de cantidades elevadas de grasas saturadas y muy pocas grasas poliinsaturadas. Antes, la alimentación se componía de grasas de origen animal, como el sebo, la manteca de cerdo, los huevos y la mantequilla.13

¡En esa época nadie consumía aceites vegetales (semillas), ni humanos ni animales! Y eso es lo que debemos hacer: volver a consumir grasas tradicionales, las cuales se componen de cantidades elevadas de grasas saturadas y muy pocas grasas poliinsaturadas. Otra estrategia es que limite su consumo de aceites vegetales (semillas), frutos secos y semillas, además de los productos ricos en grasa de animales, como pollos y cerdos que reciben alimento rico en grasas poliinsaturadas.

2. Informar y crear conciencia: muchas personas no saben nada sobre este tema. Informar a todas las personas que conozca sobre estos cambios y su posible impacto es fundamental.

3. Reconsiderar las recomendaciones de nutrición prenatal: dado el impacto potencial de la alimentación durante el embarazo en el desarrollo fetal, se deberían considerar estos hallazgos para actualizar las recomendaciones nutricionales durante esta etapa.

Imagine lo mal que está la situación que el documento titulado “Consejos para mamás embarazadas” del USDA establece lo siguiente: “Consumir aceites vegetales en lugar de mantequilla”.14

Conclusión

Es importante mencionar que hay mucha controversia alrededor de este tema. Es probable que el dramático incremento en las tasas de autismo en las últimas décadas sea multifactorial, lo que incluye un mejor diagnóstico, cambios en los criterios de diagnóstico, factores ambientales e influencias genéticas.

Sin embargo, ante el creciente incremento en las tasas de trastornos del desarrollo neurológico, es importante considerar y analizar todos los factores que hay detrás. La relación entre las grasas poliinsaturadas y el desarrollo del autismo podría ser la respuesta que tanto hemos buscado, y podría abrir la puerta a nuevas estrategias para tratar y prevenir este problema de salud tan común.

Por último, esta investigación sirve como recordatorio del profundo impacto que nuestras elecciones alimentarias tienen no sólo en nuestra salud, sino también en la salud y el desarrollo de las generaciones futuras.

Sobre la autora

Ashley Armstrong es cofundadora de Angel Acres Egg Co., una empresa que se especializa en producir huevos con bajo contenido de PUFA (grasas poliinsaturadas). También es cofundadora de Nourish Cooperative, una empresa que vende carne de cerdo y de res, queso, lácteos A2 y masa madre tradicional con bajo contenido de PUFA.